Nellie Bly, fue la primera que logró dar ‘La vuelta al mundo en 80 días’

El nombre de Nellie Bly puede no decir nada al lector español pero es un mito en el periodismo norteamericano de principios del siglo XX. Un ejemplo. En la popular serie televisiva El ala oeste de la Casa Blanca, la memoria de la reportera suscita una acalorada discusión entre el presidente de los Estados Unidos y su vindicativa esposa. «Nellie Bly es un ejemplo para todas nosotras», afirmaba con mirada incendiaria la actriz Stockard Channing, muy metida en su papel.
Ahora dos libros, Diez días en un manicomio y el más reciente La vuelta al mundo en 72 días (Ediciones Buck) recuperan la figura y hazañas de Bly (Cochran, Pensilvania, 1867 - Nueva York, 1922). Los suyos fueron los tiempos en los que el periodismo surgió como una fuerza económica poderosa, a medio camino entre la denuncia social y la barraca de feria. Los periodistas competían por el más difícil todavía. Antes de que las mujeres obtuvieran el derecho al voto, Bly superó a muchos de sus colegas masculinos, tipos duros con tendencia al alcoholismo y modales poco refinados. La suya era una mirada quizá un poco ingenua pero por eso mismo muy poco contaminada por los convencionalismos.
La primera proeza de la intrépida Bly, Diez días en un manicomio, nació de este impulso. Llegada desde Pittsburgh a un Nueva York en ebullición –hacía solo un año que la estatua de la libertad saludaba a los emigrantes desde el puerto– fue a pedir trabajo a The New York World, el diario sensacionalista de Joe Pulitzer (sí, el magnate de los premios). Allí le propusieron que fingiera tener una enfermedad mental para así escribir sus experiencias en el frenopático femenino de la ciudad. Era obviamente una treta para quitarse a la insistente Bly de encima, pero ella recogió el guante y se convirtió en la pionera del periodismo encubierto.
Comercio de bebés
A Bly le interesaban los desposeídos. De ahí que sus conclusiones sobre el manicomio de Blackwell fueran demoledoras: «Tómese a una mujer perfectamente sana y saludable, enciérrela y haga que se siente con la espalda recta desde la 6 de la mañana hasta las 8 de la tarde. No le permita hablar, no le dé nada que leer, no le deje saber nada sobre el mundo y a ver cuánto tarda en volverse loca». Tras vivir aquello, exploró otras situaciones. Algunas se recogen en Diez días en un manicomio: denunció el comercio de bebés de madres solteras; explicó la precaria vida de las mujeres trabajadoras, «esclavas blancas», las llamó, o en una línea más ligera se enfrentó a un tigre y se embutió en las mallas de una corista para demostrar la ridiculez de ese oficio.
La mayor aventura de Bly llegó en 1889, 15 años más tarde de que la novela La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne, se hubiera convertido en el imbatible best-seller del momento. Decidió asumir un nuevo reto. Se trataba de ganarle algunos días a Phileas Fogg y demostrar que la era de las diligencias se había acabado. Ella consiguió hacerlo en 72 días.
El 14 de noviembre zarpó desde New Jersey en el transatlántico Augusta Victoria, con un único traje confeccionado para la ocasión, un mínimo equipaje que redujo a un pequeño maletín y la única concesión de un tarro de cold-creme. «Para evitar que la piel del rostro se me agrietara en los climas variados que encontraría en el camino». Londres, París, Turín, Brindisi, Port Said, Aden, Colombo, Penang, Singapur, Hong Kong, Yokohama, San Francisco y finalmente Nueva York fue el itinerario trazado y cumplido, más pintoresco que aventurero, gracias a medios de transporte tan diversos como el barco de vapor, el tren, el rickshaw, el sampán, el caballo o el burro. Demuestra buen ojo para los detalles y curiosidades y sabe cómo describir los exóticos personajes y escenarios que se va encontrando a su paso. Incluso se da el gustazo de desviarse una horas desde París a Amiens para conocer a Julio Verne. «Si logra hacerlo en 79 días la aplaudiré a rabiar», le dijo, con aire condescendiente el novelista, como ella se encargó de señalar con ironía.
Fue una estrella fugaz y fulgurante. Las multitudes la recibieron a su regreso. Hasta un millón de lectores apostaron por el número de días que duraría su viaje. Incluso un juego de mesa recreó ese periplo. La vida de Nellie Bly está pidiendo a gritos una película. De momento, ahí están sus libros. FUENTE - ELPERIODICO.

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