LAS PIPAS INVADEN LA TATE MODERN

El artista Ai Weiwei ha tapizado el suelo de la Sala de las Turbinas con más de cien millones de pipas de porcelana. La nueva instalación de la Sala de Turbinas de la Tate Modern, del artista chino Ai Weiwei, responde a magnitudes realmente chinas: cien millones de pipas hechas de porcelana, creadas a mano y pintadas una a una por 1.600 artesanos durante dos años, ocupan los 1.000 metros cuadrados del suelo del museo londinense.
Sobre esas semillas de girasol perfectamente imitadas -otra cualidad china-, el público se comporta como lo haría en la playa o sobre la nieve: los pies pisan las pipas, las manos las tocan, los niños se las tiran unos a otros y hasta cabe meterse unas cuantas en el bosillo para llevárselas como recuerdo. La Tate “desaconseja” que se roben, no sea que los dos millones de visitantes esperados acaben con todo el semillero (tocarían a cincuenta pipas por cabeza).
Esta experiencia visual, táctil y acústica (el crujir de las semillas, irrompibles, bajo los zapatos) responde a dos ideas, evocadas por el propio Ai Weiwei este martes en la presentación de “Sunflower Seeds” (semillas de girasol), la undémima instalación de la Serie Unilever que anualmente, desde la apertura de la Tate Modern en 2000, llena la magna Sala de Turbinas de esta antigua central eléctrica.
Un espacio «para el placer»
“Por un lado me traen recuerdos de la Revolución Cultural”, dijo Weiwei, nacido en 1957 en Pekín, nueve años antes de que comenzara ese decenio negro de la era Mao. “Mientras a los individuos se les robaba la libertad personal, la propaganda presentaba a Mao como sol y al pueblo como girasoles dirigidos hacia él”. Pero al mismo tiempo, comer pipas “era un espacio para el placer, la amistad y la amabilidad durante un tiempo de extrema pobreza, represión e incerteza”.
«La volución hacia una sociedad cada vez más democrática es imparable»
También cabe sumar otra interpretación, apuntada por Sheena Wagstaff, responsable de la muestra: así como tantos millones de chinos desde aquí nos pueden parecer iguales “cuando se miran de cerca se ve que cada uno es distinto”, como esas pipas hechas una a una en la localidad china de Jingdezhen, en la que existe tradición milenaria en la producción de porcelana. Weiwei, según confesó, sólo hizo “tres o cuatro” de ellas.
El artista, que vive y trabaja en Pekín, dio muestras de su línea política contraria a la dictadura comunista de su país, aunque lo hizo en términos de una disidencia suave y no abrupta. “Ahora tenemos más libertad, pero en ciertas áreas sigue habiendo una dictadura. Lo puedo conllevar, un artista siempre tiene que afrontar dificultades”, afirmó. Consideró que la concesión del Nobel de la Paz a Liu Xiacobo “no tendrá efecto” en el sistema, si bien indicó que la “evolución hacia una sociedad cada vez más democrática es imparable”. ABC.ES

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