El 'roller derby', carreras femeninas por equipos en las que vale casi todo, arrasa en Australia
La mezcla de sensualidad, humor y violencia 'light' atrae a todos los públicos
Sensualidad, competición, humor, velocidad y violencia. Suena a película de Hollywood, y lo es: Whip It!, el reciente debut de Drew Barrymore como directora, mostró al mundo los clichés del deporte de patines que está conquistando Australia.
zoom Un equipo de patinadoras australianas.
El roller derby consiste básicamente en dos equipos de hasta 14 chicas ataviadas con shorts o minifalda que para puntuar corren en relevos «golpeando legalmente con cualquier parte del cuerpo por encima de las caderas, excluyendo antebrazos, manos y cabeza», a sus oponentes. Eso dicen unas reglas más yanquis y tácticas esta temporada, menos violentas y rápidas, pero que continúan exigiendo seguro médico con prima por ambulancia.
Este deporte full contact se creó en Estados Unidos en 1935, pero en su versión solo femenina desde el 2001 «está experimentando un gigantesco resurgimiento en todo el mundo: hay más de 220 ligas, en EEUU, Canadá, el Reino Unido, Suecia, Alemania...», dice Candy Rocks, patinadora portavoz de la pionera liga de Melbourne.
Y «en ninguna parte esta revolución ha explotado con la ferocidad de Australia y Nueva Zelanda: casi 30 ligas formadas en solo tres años», asegura Sita Bacher, alias Marshall Stacks, de la de Adelaida. «Estamos creando una estructura nacional para tener a finales de junio un auténtico Comité Australiano de Roller Derby», explica Matt Helmers, consejero delegado de Skate Australia, la entidad que rige todas las disciplinas del patinaje.
Para entonces ya se habrá celebrado la primera copa nacional: «El Great Southern Slam Roller Derby será la mayor competición montada jamás fuera de EEUU –afirma la ciudad anfitriona, Adelaida, por boca de Bacher–. Se espera a las 450 más brillantes patinadoras de 20 ligas. Por primera vez, todas estas estrellas del hemisferio Sur cara a cara en dos días de acción sin freno».
El simpático carácter aussie anima al público a «llevar pancartas, banderas, señales, gigantescos y ridículos sombreros, disfraces de mascotas, etc. Nos encantan esas cosas». «El roller derby moderno se considera alineado con las estéticas e ideales alternativos, punk y rock», ilustra Candy Rocks, así que entre el público se puede esperar «ver representadas todas las edades, tipos de familia, historias personales, etnias y culturas urbanas», aunque abundan, hay que decirlo, lesbianas y otros mirones.
Su gran sentido del humor y de la etiqueta deportiva, así como su compromiso social, son otros de sus encantos. Las patinadoras, muchas de ellas amas de casa –a las novatas les llaman «carne fresca»–, pagan sus gastos y participan en el diseño y la distribución de los espectaculares carteles anunciadores de cada partido, de diferente temática y porcentual fin benéfico, como el del cáncer de próstata, que las melbournianas disputaron con bigotes postizos. También ejercen de relaciones públicas, buscan patrocinadores y recolectan personalmente dinero con artículos de promoción y sorteos in situ, apostando sobre el peso de una mochila o el número de gomitas elásticas que forman una pelotita.
Película y realidad coinciden: «Una de las mejores partes, ¡y de las más difíciles!, de ser una roller girl es escoger tu nombre de guerra, cargado de doble sentido», atestigua Candy Rocks, y para ejemplos, algunos tan intraducibles como evocadores: Nightmary (Maripesadilla), Mother the Razor (Madre Navaja), Mandytory Punishment, Skate Bush, Rock The Casper, Gilli Pepper o Foxy Terrier. EL PERIODICO.COM
La mezcla de sensualidad, humor y violencia 'light' atrae a todos los públicos
Sensualidad, competición, humor, velocidad y violencia. Suena a película de Hollywood, y lo es: Whip It!, el reciente debut de Drew Barrymore como directora, mostró al mundo los clichés del deporte de patines que está conquistando Australia.
zoom Un equipo de patinadoras australianas.
El roller derby consiste básicamente en dos equipos de hasta 14 chicas ataviadas con shorts o minifalda que para puntuar corren en relevos «golpeando legalmente con cualquier parte del cuerpo por encima de las caderas, excluyendo antebrazos, manos y cabeza», a sus oponentes. Eso dicen unas reglas más yanquis y tácticas esta temporada, menos violentas y rápidas, pero que continúan exigiendo seguro médico con prima por ambulancia.
Este deporte full contact se creó en Estados Unidos en 1935, pero en su versión solo femenina desde el 2001 «está experimentando un gigantesco resurgimiento en todo el mundo: hay más de 220 ligas, en EEUU, Canadá, el Reino Unido, Suecia, Alemania...», dice Candy Rocks, patinadora portavoz de la pionera liga de Melbourne.
Y «en ninguna parte esta revolución ha explotado con la ferocidad de Australia y Nueva Zelanda: casi 30 ligas formadas en solo tres años», asegura Sita Bacher, alias Marshall Stacks, de la de Adelaida. «Estamos creando una estructura nacional para tener a finales de junio un auténtico Comité Australiano de Roller Derby», explica Matt Helmers, consejero delegado de Skate Australia, la entidad que rige todas las disciplinas del patinaje.
Para entonces ya se habrá celebrado la primera copa nacional: «El Great Southern Slam Roller Derby será la mayor competición montada jamás fuera de EEUU –afirma la ciudad anfitriona, Adelaida, por boca de Bacher–. Se espera a las 450 más brillantes patinadoras de 20 ligas. Por primera vez, todas estas estrellas del hemisferio Sur cara a cara en dos días de acción sin freno».
El simpático carácter aussie anima al público a «llevar pancartas, banderas, señales, gigantescos y ridículos sombreros, disfraces de mascotas, etc. Nos encantan esas cosas». «El roller derby moderno se considera alineado con las estéticas e ideales alternativos, punk y rock», ilustra Candy Rocks, así que entre el público se puede esperar «ver representadas todas las edades, tipos de familia, historias personales, etnias y culturas urbanas», aunque abundan, hay que decirlo, lesbianas y otros mirones.
Su gran sentido del humor y de la etiqueta deportiva, así como su compromiso social, son otros de sus encantos. Las patinadoras, muchas de ellas amas de casa –a las novatas les llaman «carne fresca»–, pagan sus gastos y participan en el diseño y la distribución de los espectaculares carteles anunciadores de cada partido, de diferente temática y porcentual fin benéfico, como el del cáncer de próstata, que las melbournianas disputaron con bigotes postizos. También ejercen de relaciones públicas, buscan patrocinadores y recolectan personalmente dinero con artículos de promoción y sorteos in situ, apostando sobre el peso de una mochila o el número de gomitas elásticas que forman una pelotita.
Película y realidad coinciden: «Una de las mejores partes, ¡y de las más difíciles!, de ser una roller girl es escoger tu nombre de guerra, cargado de doble sentido», atestigua Candy Rocks, y para ejemplos, algunos tan intraducibles como evocadores: Nightmary (Maripesadilla), Mother the Razor (Madre Navaja), Mandytory Punishment, Skate Bush, Rock The Casper, Gilli Pepper o Foxy Terrier. EL PERIODICO.COM
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