A finales de 2002, mientras los clientes del restaurante El Bulli pagaban unos 200 euros por comer tempura de salicomia al azafrán con emulsión de ostra y nudos esferificados de yogur con ficoide glaciale, un belga se dedicaba a levantar piedras bajo el sol a unos pocos metros del templo de la cocina mundial. Su trabajo dio fruto. Bajo un canto de la garriga, en pleno Parque Natural del Cabo de Creus, apareció una especie animal desconocida para la ciencia. El investigador, Hans Henderickx, y su colega español Juan Antonio Zaragoza, describieron la nueva especie, un pseudoescorpión, el año pasado. Y la bautizaron en honor al restaurante de Ferran Adrià: Roncus elbulli. Este amago de alacrán tiene buen gusto: sólo vive en las calas cercanas al que fue el mejor horno del mundo.
El descubrimiento del pseudoescorpión es sólo uno más en una impresionante lista de hallazgos. En lo que va de siglo XXI, se han descrito 1.600 nuevas especies animales en la península Ibérica, Baleares y las islas Canarias, según las cuentas de la bióloga María Ángeles Ramos, coordinadora del proyecto Fauna Ibérica, que pretende elaborar un minucioso inventario de todos los bichos que se mueven por España.
Ramos, responsable del proyecto desde el comienzo, en 1989, asume que se jubilará sin ver su sueño terminado. "Nuestro catálogo Iberfauna recoge actualmente más de 41.000 especies, pero eso es sólo el 75% de la fauna estimada para la península Ibérica y Baleares", se lamenta. La tarea es titánica. Miles de especies desconocidas esperan enterradas bajo las piedras, o escondidas en el lecho marino, o encaramadas en las ramas de los árboles. Y hay muy pocas personas buscándolas.
Los taxónomos, los encargados de descubrir, clasificar y describir los seres vivos, están en extinción. En la península y Baleares sólo hay unos 350 especialistas españoles, según el archivo del proyecto en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC). Y uno de cada cuatro no es profesional. Van a su trabajo y por las noches cogen la lupa. Sin embargo, describen casi la mitad de las nuevas especies animales. Los "mal llamados aficionados" tienen una gran responsabilidad en el inventario de la vida en España, asegura Ramos.
El mayor experto de España en polillas, Antonio Vives, trabaja en el Metro de Madrid. Y el único especialista en pseudoescorpiones, el propio Juan Antonio Zaragoza, trabaja en un banco. "A los profesionales nos come el tiempo la burocracia, se nos va el día presentando proyectos de investigación para obtener financiación, haciendo informes", se queja Ramos. Sin embargo, la coordinadora del proyecto respira estos días con tranquilidad, tras unas semanas turbulentas. En pleno recorte en algunas partidas del presupuesto del Ministerio de Ciencia e Innovación, el departamento de Cristina Garmendia contactó con la científica esta semana para anunciarle que el proyecto seguirá al menos tres años más. El presupuesto para Ramos y los otros tres componentes del equipo de coordinación de Fauna Ibérica será de 210.000 euros hasta 2013, una cantidad un poco afeitada respecto a otros años, pero "suficiente si nos apretamos el cinturón".
Sin embargo, Ramos busca más dinero. Pretende crear un espacio en la web del proyecto dedicado a las nuevas especies que se describen en la península Ibérica. Hoy, es más fácil que un español se entere por la prensa de una nueva especie descrita en la Antártida que del hallazgo de otra al lado de su casa. "Buscamos patrocinio e incluso estamos pensando en vender a las empresas la posibilidad de nombrar las nuevas especies", detalla Ramos.
La idea no es nueva. En EEUU, los taxónomos ya han empezado a buscarse las habas en el sector privado tras el olvido de la financiación pública, más centrada en campos como la medicina, la bioquímica y la física de partículas. En julio de 2008, la firma de telecomunicaciones Nokia pagó 6.300 euros para bautizar con su eslogan Connecting People a una nueva especie de gusano marino hallada en las costas de California. El Instituto Scripps de Oceanografía latinizó el lema de la empresa finlandesa y lo fusionó en una sola palabra. El gusano ahora se llama nectopopulus.
Y no fue el caso más sonado. Cuatro años antes, la casa de apuestas por internet GoldenPalace.com puso 400.000 euros sobre la mesa para que la Wildlife Conservation Society denominara a un mono descubierto en Bolivia con su marca en latín: aureipalatii. El dinero se destinó a la conservación del medio ambiente.
Antonio Vives se lamenta de la situación de la taxonomía. Es uno de los supuestos aficionados. Por las mañanas, es el responsable de que las ratas no muerdan los pies a los usuarios del Metro de Madrid; es el coordinador de tratamientos ambientales de la empresa pública. Controla las plagas del suburbano. Cuando sale de trabajar, dedica todo el tiempo que puede al laboratorio que ha montado en casa. Y tiene poco de amateur. Es doctor en biología y dirige desde 1984 la revista SHILAP, la principal publicación de lepidopterología, de mariposas, de España. Ha descrito 35 nuevas especies, 21 de ellas de la península Ibérica.
"Hay muy pocas ayudas"
"Cada vez quedan menos taxónomos", dice. "Los biólogos ahora trabajan en las disciplinas que dan curriculum, como la bioquímica. Muy pocos se dedican a esto. Pero si alguien quiere estudiar la malaria, necesita un entomólogo para identificar los mosquitos que la transmiten", pone como ejemplo. Debido a la ausencia de inventariadores, se estima que muchas especies se extinguen en el mundo sin haber sido siquiera descubiertas. Cada año se describen 17.000 nuevas especies en todo el planeta y se cree que, precisamente, desaparecen más de 17.000. Es algo más que una tragedia medioambiental. Con ellas se van multitud de moléculas que podrían ser aprovechadas por la industria farmacéutica.
En España también ocurre. La propia Ramos, junto a su colaboradora Beatriz Arconada, describió en 2006 una nueva especie de caracol de agua dulce localizada en una fuente de Jaén: Islamia henrici giennensis. Ahora la fuente lleva años seca y la investigadora da la especie por extinta. "Estos caracolitos, posiblemente, no tienen utilidad para la industria farmacéutica, pero son excelentes indicadores de la calidad de las aguas", aclara Ramos. Son piezas fundamentales en el engranaje de un ecosistema. "Necesitamos elaborar listas faunísticas, conocer lo que nos rodea. Si no hubiera catálogos, los que ahora investigan el cambio climático no podrían estudiar cómo ha cambiado la fauna en una región por el calentamiento global", defiende la coordinadora de Fauna Ibérica.
Pero los expertos tienen pocos incentivos para dedicarse a la taxonomía. "Hay muy pocas ayudas, y menos para los aficionados", denuncia Juan Antonio Zaragoza, el bancario que, cuando sale de trabajar, se convierte en el único especialista en pseudoescorpiones de España. Este fin de semana viaja a Polonia a un congreso internacional sobre arácnidos. Ha descrito unas 25 nuevas especies en la península Ibérica, y tiene otras 20 en la nevera, a la espera de análisis. Universidades y museos de todo el mundo le envían ejemplares para que los identifique, porque es el único que sabe. Y no suele ver un euro por su trabajo. Cuando anunció el hallazgo de Roncus elbulli, escribió a Ferran Adrià para comunicárselo. El cocinero le envió un email de agradecimiento. Pero ni siquiera le invitó a comer. PUBLICO.ES
El descubrimiento del pseudoescorpión es sólo uno más en una impresionante lista de hallazgos. En lo que va de siglo XXI, se han descrito 1.600 nuevas especies animales en la península Ibérica, Baleares y las islas Canarias, según las cuentas de la bióloga María Ángeles Ramos, coordinadora del proyecto Fauna Ibérica, que pretende elaborar un minucioso inventario de todos los bichos que se mueven por España.
Ramos, responsable del proyecto desde el comienzo, en 1989, asume que se jubilará sin ver su sueño terminado. "Nuestro catálogo Iberfauna recoge actualmente más de 41.000 especies, pero eso es sólo el 75% de la fauna estimada para la península Ibérica y Baleares", se lamenta. La tarea es titánica. Miles de especies desconocidas esperan enterradas bajo las piedras, o escondidas en el lecho marino, o encaramadas en las ramas de los árboles. Y hay muy pocas personas buscándolas.
Los taxónomos, los encargados de descubrir, clasificar y describir los seres vivos, están en extinción. En la península y Baleares sólo hay unos 350 especialistas españoles, según el archivo del proyecto en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC). Y uno de cada cuatro no es profesional. Van a su trabajo y por las noches cogen la lupa. Sin embargo, describen casi la mitad de las nuevas especies animales. Los "mal llamados aficionados" tienen una gran responsabilidad en el inventario de la vida en España, asegura Ramos.
El mayor experto de España en polillas, Antonio Vives, trabaja en el Metro de Madrid. Y el único especialista en pseudoescorpiones, el propio Juan Antonio Zaragoza, trabaja en un banco. "A los profesionales nos come el tiempo la burocracia, se nos va el día presentando proyectos de investigación para obtener financiación, haciendo informes", se queja Ramos. Sin embargo, la coordinadora del proyecto respira estos días con tranquilidad, tras unas semanas turbulentas. En pleno recorte en algunas partidas del presupuesto del Ministerio de Ciencia e Innovación, el departamento de Cristina Garmendia contactó con la científica esta semana para anunciarle que el proyecto seguirá al menos tres años más. El presupuesto para Ramos y los otros tres componentes del equipo de coordinación de Fauna Ibérica será de 210.000 euros hasta 2013, una cantidad un poco afeitada respecto a otros años, pero "suficiente si nos apretamos el cinturón".
Sin embargo, Ramos busca más dinero. Pretende crear un espacio en la web del proyecto dedicado a las nuevas especies que se describen en la península Ibérica. Hoy, es más fácil que un español se entere por la prensa de una nueva especie descrita en la Antártida que del hallazgo de otra al lado de su casa. "Buscamos patrocinio e incluso estamos pensando en vender a las empresas la posibilidad de nombrar las nuevas especies", detalla Ramos.
La idea no es nueva. En EEUU, los taxónomos ya han empezado a buscarse las habas en el sector privado tras el olvido de la financiación pública, más centrada en campos como la medicina, la bioquímica y la física de partículas. En julio de 2008, la firma de telecomunicaciones Nokia pagó 6.300 euros para bautizar con su eslogan Connecting People a una nueva especie de gusano marino hallada en las costas de California. El Instituto Scripps de Oceanografía latinizó el lema de la empresa finlandesa y lo fusionó en una sola palabra. El gusano ahora se llama nectopopulus.
Y no fue el caso más sonado. Cuatro años antes, la casa de apuestas por internet GoldenPalace.com puso 400.000 euros sobre la mesa para que la Wildlife Conservation Society denominara a un mono descubierto en Bolivia con su marca en latín: aureipalatii. El dinero se destinó a la conservación del medio ambiente.
Antonio Vives se lamenta de la situación de la taxonomía. Es uno de los supuestos aficionados. Por las mañanas, es el responsable de que las ratas no muerdan los pies a los usuarios del Metro de Madrid; es el coordinador de tratamientos ambientales de la empresa pública. Controla las plagas del suburbano. Cuando sale de trabajar, dedica todo el tiempo que puede al laboratorio que ha montado en casa. Y tiene poco de amateur. Es doctor en biología y dirige desde 1984 la revista SHILAP, la principal publicación de lepidopterología, de mariposas, de España. Ha descrito 35 nuevas especies, 21 de ellas de la península Ibérica.
"Hay muy pocas ayudas"
"Cada vez quedan menos taxónomos", dice. "Los biólogos ahora trabajan en las disciplinas que dan curriculum, como la bioquímica. Muy pocos se dedican a esto. Pero si alguien quiere estudiar la malaria, necesita un entomólogo para identificar los mosquitos que la transmiten", pone como ejemplo. Debido a la ausencia de inventariadores, se estima que muchas especies se extinguen en el mundo sin haber sido siquiera descubiertas. Cada año se describen 17.000 nuevas especies en todo el planeta y se cree que, precisamente, desaparecen más de 17.000. Es algo más que una tragedia medioambiental. Con ellas se van multitud de moléculas que podrían ser aprovechadas por la industria farmacéutica.
En España también ocurre. La propia Ramos, junto a su colaboradora Beatriz Arconada, describió en 2006 una nueva especie de caracol de agua dulce localizada en una fuente de Jaén: Islamia henrici giennensis. Ahora la fuente lleva años seca y la investigadora da la especie por extinta. "Estos caracolitos, posiblemente, no tienen utilidad para la industria farmacéutica, pero son excelentes indicadores de la calidad de las aguas", aclara Ramos. Son piezas fundamentales en el engranaje de un ecosistema. "Necesitamos elaborar listas faunísticas, conocer lo que nos rodea. Si no hubiera catálogos, los que ahora investigan el cambio climático no podrían estudiar cómo ha cambiado la fauna en una región por el calentamiento global", defiende la coordinadora de Fauna Ibérica.
Pero los expertos tienen pocos incentivos para dedicarse a la taxonomía. "Hay muy pocas ayudas, y menos para los aficionados", denuncia Juan Antonio Zaragoza, el bancario que, cuando sale de trabajar, se convierte en el único especialista en pseudoescorpiones de España. Este fin de semana viaja a Polonia a un congreso internacional sobre arácnidos. Ha descrito unas 25 nuevas especies en la península Ibérica, y tiene otras 20 en la nevera, a la espera de análisis. Universidades y museos de todo el mundo le envían ejemplares para que los identifique, porque es el único que sabe. Y no suele ver un euro por su trabajo. Cuando anunció el hallazgo de Roncus elbulli, escribió a Ferran Adrià para comunicárselo. El cocinero le envió un email de agradecimiento. Pero ni siquiera le invitó a comer. PUBLICO.ES
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