EL CULTIVO DE CÉLULAS INMORTALES CUMPLE 60 AÑOS

La mujer más importante en la medicina del último siglo es Henrietta Lacks, una campesina afroamericana nacida en Virginia en 1920. Aunque murió en 1951, sus células sobreviven hasta hoy. Es más, se han multiplicado de tal manera que se estima que hay varias toneladas repartidas por el mundo. El tejido se ha usado para estudiar la vacuna de la polio, los efectos de la bomba atómica, la fecundación in vitro y hasta se ha enviado al espacio. Henrietta nunca conoció las virtudes de sus células.
La inmortalidad de este tejido está en la base de un negocio lucrativo, pero sus herederos no han recibido ni un céntimo por ello. Esta historia a vuelto a la palestra a raíz del libro The inmortal life of Henrietta Lacks, publicado en EEUU por la periodista Rebecca Skloot tras 10 años de investigación. Temas de Hoy lanzará la versión castellana en junio.

Henrietta, una trabajadora de las plantaciones de tabaco de la ciudad de Clover, fue ingresada con solo 31 años en el Hospital de Baltimore debido a un cáncer de cuello de útero que acabaría rápidamente con ella. Para el diagnóstico se le extrajo una muestra del tejido enfermo. El doctor George Gey se percató de que esas células tenían algo especial: no se morían nunca. Al contrario, se reproducían, siempre idénticas a sí mismas.

LAS MÁS ESTUDIADAS Los científicos no dejaron pasar esa oportunidad. Antes de utilizar animales o personas, los investigadores experimentan los fármacos con células. Sin embargo, los tejidos normales envejecen rápidamente. Al contrario, las células HeLa (de las iniciales de su propietaria) no mueren. «HeLa es la línea celular más estudiada en el mundo», afirma Manel Esteller, del Institut d'Investigació Biomèdica de Bellvitge (Idibell). Gracias a las HeLa, los científicos disponen de una base común para hacer experimentos en todo el mundo. No solo para estudiar cómo reaccionan a los fármacos, sino también para investigar los mecanismos más básicos de la vida.

«Se puede modificar su genoma y ver cómo cambia la expresión de proteínas», explica Gemma Marfany, de la Universitat de Barcelona (UB). «Mucho de lo que sabemos sobre expresión génica se debe a los extractos de células HeLa, explica Juan Valcárcel, del Centre de Regulació Genòmica (CRG). Aunque son cancerosas, muchos de sus mecanismos son idénticos a los normales. Hoy existen otras líneas celulares resistentes, pero las HeLa no pierden su predominio. «Son unas células de batalla, ideales para los experimentos», explica Carme Caelles, del Institut de Recerca Biomèdica (IRB).

La inmortalidad de las células HeLa radica justamente en la enfermedad. «Las células cancerosas pierden o silencian los genes que pararían la división celular», explica Marfany. De momento, es imposible conseguir esta inmortalidad sin efectos fatales para el organismo. «Sin embargo, en un futuro podríamos aprender a utilizar estos mecanismos para frenar el envejecimiento», aventura Valcárcel.

La familia de Henrietta, que vive en un suburbio de Baltimore, no se enteró de la historia hasta los años 70. «Es reprobable que no se le pidiera el consentimiento, pero entonces los estándares éticos no estaban definidos», explica Marfany. Actualmente, las muestras pasan a ser propiedad del cirujano, pero tras el consentimiento del paciente.

Deborah, una de las cinco hijas de Henrietta, recibió la noticia de manera traumática. Durante años creyó que los experimentos le provocarían dolor a su madre en la vida eterna y que un día se encontraría con un clon de ella. La historia oral afroamericana está plagada de leyendas de médicos que experimentan con pacientes negros a raíz del infame experimento Tuskegee, en el cual se dejó de curar la sífilis de hombres de esa raza para estudiar la enfermedad. Los hijos se indignaron de que una industria multimillonaria se lucre de las células de su madre mientras que ellos no pueden permitirse ni un seguro de salud. Rebecca Skloot ha creado una fundación para proveer las exigencias básicas de la familia. ELPERODICO.COM

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