No está nada claro si lo que se va a leer a continuación podría pertenecer a una película de terror o a la más negra de las comedias: la policía de New Hampshire (EE.UU.) acudió el jueves pasado a un apartamento de Union Street, en la ciudad de Manchester, poco antes de la medianoche. Pocos minutos antes habían recibido una llamada de socorro.
Les abrió un hombre de 81 años, con un cuchillo clavado en el pecho. Había cubierto la herida —evidentemente no letal— con una prenda sanguinolenta. El hombre, cuyo nombre no ha trascendido a los medios, les invitó a que, en lo que le atendían los médicos, fueran pasando a un dormitorio al fondo del piso.
Una vez allí, se encontraron con su compañero de piso, un hombre de 63 años. Su nombre era Dennis Fancy, y hacía años que vivía con el herido (si la naturaleza de su relación era otra, o cuánto tiempo llevaban compartiendo piso, o cómo se conocieron, no son cosas que se hayan divulgado todavía).
El herido entonces les contó la historia: hacía escasas horas que ambos estaban viendo la televisión, como venía a ser rutina, y a Dennis le pareció que el volumen estaba muy alto.
Al final, la cosa derivó en una discusión entre los dos, con el agravante que supone un volumen exagerado en el televisor. La cosa se fue caldeando hasta que Fancy decidió resolverla por la vía más tajante de todas: cogió un cuchillo de la cocina y lo clavó en el pecho del octogenario.
La policía se confesaría aturdida más adelante. Generalmente este tipo de crímenes pasionales suelen achacarse al dinero o algún tipo de vínculo sentimental. Pero, de qué tipo de crimen se trataba. ¿Intento de homicidio? ¿Habría sufrido enajenación mental transitoria? Resolvieron dejarlo en ataque en primer grado y detenerlo. El octogenario fue llevado a un hospital y tratado por sus heridas. No consta que ninguno de los dos haya decidido mudarse a otra vivienda después de aquello. Fuente: WMUR
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