La historia humana ha generado un catálogo inmenso, variado y generoso de tipos y formas de practicar el ritual del apareamiento. Pero seguro que el caso de un agente de la policía local de 56 años que responde a las iniciales FHP y que la Guardia Civil ha destapado esta semana en Gandia tiene un lugar de honor. El protagonista de esta historia se hacía pasar por un sofisticado agente secreto para robar y, sobre todo, ligar con sus víctimas.
F.H.P. se presentaba a las mujeres como un elegante mando de una agencia secreta del Estado. Una vez establecía contacto les prometía una plaza como agente secreto, con un sueldo de 1.900 euros al mes, si superaban una serie de pruebas, entre las que se contaban favores sexuales. Les enseñaba armas, vídeos, artefactos electrónicos e insignias militares mientras contaba historias inverosímiles de sus aventuras en el País Vasco, en Kabul o en Estados Unidos. Todas recibieron la instrucción del silencio con la amenaza incluida por su integridad. Lo hizo con once y corrió la voz.
Llegó a oídos de la Guardia Civil que rondaba por Valencia y Alicante un hombre que se hacía pasar por agente secreto, pero no sabían muy bien el motivo. Así que poner la oreja y descubrieron el pastel. El falso agente, además de favores sexuales, pedía oro y dinero. Además, tenía una cómplice, una mujer de 45 años que reafirmaba sus disertaciones sobre la dureza del trabajo clandestino en pro de la paz y la seguridad.
Ahora el Juzgado número dos de Gandia y la Guardia Civil ha acabado con la historia. Detenido, el espía capaz de enamorar y encantar con fabulosas historias de las cloacas de los estados resto entre barrotes acusado de delitos como usurpación de funciones públicas, intrusismo, estafa, amenazas y tentativa de abuso sexual. Mal final para el James Bond de Valencia. NACIODIGITAL.CAT
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