Nadie tiene la fuerza de voluntad suficiente como para resistirse al implacable olor del beicon. Eso es algo que todos sabemos y una ley que debemos tener siempre en cuenta. Ahora bien, oler a beicon puede tener unas consecuencias no del todo deseables: desde animales acechándote al salir del trabajo hasta gente buscando la excusa para que les pases el brazo por encima del hombro (por cierto, publicistas de desodorantes: ya está bien de sacar a gente besándose las axilas; no todos los puntos de unión de las extremidades son deseables).
También es cierto que las consecuencias de usar el desodorante pueden ser positivas: si uno huele a beicon es más que probable que tenga alguna otra característica del cerdo, y si, por alguna casualidad del destino (pongamos que sea la caída de un rayo y una explosión nuclear que tuvieron lugar cerca de él mientras acariciaba un cerdo y recibía un SMS de un amigo pidiéndole su propio número de móvil para recargarlo) ha heredado otros poderes del cerdo. Digamos que el poder de tener orgasmos de seis horas. Eso, para un desodorante, está bastante bien. Y no hace falta besarle las axilas para saberlo; se le reconocerá por los gemidos.
Visto en Dude I Want That - nopuedocreer.com
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