EL SURREALISTA TRABAJO DE LOS EMPUJADORES DEL METRO DE TOKIO

 

Si alguna vez te permites el lujo de visitar Japón, lo primero que te dejará boquiabierto nada más abandonar el aeropuerto internacional de Narita en dirección a Tokio será la cantidad absurda de metros y trenes con las que cuenta la capital. Desde los shinkansen o “tren bala” ultramodernos, pasando por trenes viejunos sin apenas aire acondicionado hasta el indescifrable mapa de 13 líneas y 274 estaciones del metro de Tokio.

Pero lo más desconcertante de todo es entender cómo un metro que transporta cada día a 8,7 millones de personas puede ser capaz de tener una frecuencia media de 2,5 minutos. La respuesta a la pregunta del millón son los llamados oshiya o ‘empujadores’. Estos tipos ataviados con uniforme, gorra y guantes blancos son, sin lugar a dudas, los empleados más famosos del metro de la capital japonesa. Como su nombre indica, su función es básicamente empujar a los viajeros dentro de los vagones.

Aunque a los occidentales esta costumbre pueda parecernos una locura, por no decir totalmente humillante, los japoneses tienen asumidísimo que la superpoblación en el área metropolitana de Tokio —unos 35 millones de personas— obliga a optar por el pragmatismo para asegurar que todo pueda fluir y no caer en un auténtico caos. Por tanto, aunque los oshiya les empujen con todas sus fuerzas, ellos se lo toman como algo lógico e inevitable. De hecho, los tokiotas suelen hacer cola para ser empujados al interior del vagón y, en ocasiones, también son ‘sacados’ al exterior. Es entonces cuando los oshiyas pasan a convertirse en hagitoriya o ‘sacadores’.

Sin embargo, la mayoría de los turistas que visitan la capital del ‘País del Sol Naciente’ jamás tendrán la oportunidad de ver a los oshiya en acción. Y es que, la única manera de ver el espectáculo de la masificación por antonomasia sería viajar durante un día laborable entre las principales estaciones de las líneas Keio o Maranouchi en plena rush hour, es decir, entre las ocho y las nueve de la mañana. Básicamente, tendrías que hacerte pasar por un trabajador japonés, lo cual es un bajón en medio de unas vacaciones, ¿no?.

Algo así hizo el fotógrafo norteamericano Michael Wolf en 2012, cuando se dedicó a fotografiar a los viajeros que sufrían en sus carnes el implacable tacto de los guantes blancos. En su serie de retratos Tokyo Compression, su lente captó las mejillas aplastadas contra el cristal, las ventanillas empañadas por el calor humano, así como la mezcla de desesperación y resignación de los protagonistas. Una forma brutal de aproximarnos al fenómeno de los ‘empujadores’ sin tener que meternos en semejante follón. Así que tómate cinco minutos y disfruta de algunas de sus geniales y agobiantes fotografías:

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