Empezó en Tailandia, asociado a la comunidad LGTB, pero ya ha llegado a España. Hablamos del blanqueamiento de pene, un tratamiento para rebajar los tonos de la piel en esa zona del cuerpo y al que cada año se someten más hombres. En el Instituto Médico Láser de Madrid, un centro especializado en este tipo de técnicas ya han tratado a más de una treintena de pacientes sólo en los dos últimos años.
Principalmente, y contrariamente a lo que sucede en países como Tailandia, el cliente tipo que demanda este tratamiento son jóvenes, de entre 20 y 35 años, heterosexuales y con un problema en común: “Racialmente hay personas con piel muy clara que tienen las zonas genitales muy oscuras. Es una cuestión puramente estética para igualar los tonos”, explica el doctor Emiliano Grillo, dermatólogo del Instituto Médico Láser.
Esta diferencia de tonalidad crea en estos hombres graves problemas de autoestima que afectan a su vida personal: “Para muchos de ellos es como una obsesión que les llega a limitar a nivel sexual por vergüenza”. Por ello, someterse a un blanqueamiento de pene, o de testículos, supone un cambio de gran impacto en la calidad de vida de estos hombres.
No sucede lo mismo en el caso del blanqueamiento de ano. Un procedimiento vinculado a un sector muy diferente: “El blanqueamiento de pene no está asociado a la homosexualidad, ni asociado a trabajos como los del sector porno, por ejemplo. Al contrario que el blanqueamiento de ano, que sí que es una moda homosexual”, puntualiza el doctor Grillo.
La técnica es muy sencilla, se realiza con un anestesia local y un láser despigmenta la zona. “Se eliminan los pigmentos, igual que cuando borramos un tatuaje”, explica el dermatólogo, que advierte que a pesar de ser un procedimiento rápido, de unos 15 o 20 minutos, es “un poco doloroso” una vez pasado el efecto de la anestesia: “Salen unas costritas, pero en 5 o 10 días estás recuperado”.
En cada sesión el paciente logra bajar un tono de piel, pero el doctor Grillo reconoce que la mayoría de casos que ha tratado son más graves y requieren de unas tres sesiones para lograr el mismo tono que en el resto del cuerpo. Además, requiere continuidad en el tratamiento, como explica Grillo: “Requiere una revisión hacia los dos años aproximadamente, porque la pigmentación es una cuestión genética y con el tiempo, la zona se va repigmentando”.
No es un tratamiento barato, cada sesión tienen un coste de 1.500 euros, pero el dermatólogo asegura que “no lo realizan sólo las clases altas. Es sorprendente cómo buscan formas de financiarlo porque para ellos es un problema grave”.
Los efectos secundarios del tratamiento son los habituales en un procedimiento láser, lo importante, dice Grillo, es acudir a un centro homologado: “Si la técnica está bien aplicada, no tiene por que pasar nada, pero hay que tener un equipo bueno. Es una zona sensible y no todos los láseres son iguales, algunos procedentes de China, muy baratos, queman la piel” advierte.
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