LOS PEORES BOCAZAS DEL CINE


La lista de bocazas de la historia contemporánea del cine es larga e incluye algunas de las figuras más reputadas del séptimo arte. Uno de los casos más extremos fue el último festival de Cannes, Lars von Trier confesando su empatía con Hitler: "Siento compasión por Hitler, lo puedo llegar a entender como hombre". La polvareda que levantó fue tal que anunció, no se retractaba, sino que no haría más entrevistas públicas.

El director Arturo Ripstein la dijo gorda en San Sebastián. Se quedó sin un premio en el festival por Las Razones del corazón y se quedó descansado tildando de "subnormal" el jurado, encabezado por Frances McDormand, una actriz "que nunca ha salido de Pennsylvania".

La francesa Marion Cotillard deslumbró al mundo como la Edith Piaf de La vie en rose, con la que ganó el Oscar, pero pronto perdió popularidad entre los estadounidenses. La razón: una entrevista por televisión grabada en 2007 en el que la actriz afirmaba que las Torres Gemelas eran económicamente "un pozo" sin fondo y que "era mucho más costoso hacer obras que destruirlas".

Otro abonado a la metedura de pata es Mel Gibson. Primero fue desacreditado por su ex pareja, Oksana Grigorieva, en hacer público su reproche de: "Si te viola un grupo de negros (utilizando el término despectivo niggers) será culpa tuya". Después, el protagonista de Arma letal quiso arreglarlo diciendo, borracho, a la policía que "los judíos son responsables de todas las guerras en el mundo". Llegó incluso a anunciar su retirada del cine por la vergüenza.

Sharon Stone definió "como una cama sin hacer" la cara de una compañera tan prestigiosa como Meryl Streep, y Megan Fox levantó las iras de las feministas al decir que las actrices se venden "a través del sexo, los pechos y el culo ".

Gerard Depardieu, uno de los favoritos al Oscar de 1990 con su papel en Cyrano de Bergerac, concedió una entrevista pocos días antes de la ceremonia en la revista TIME en la que aseguraba haber participado en una violación a los nueve años. El actor se escudó en que la traducción era errónea y que en realidad había "presenciado" una violación, pero la revista TIME siempre defendió que sólo buscaba justificar su versión.

Dustin Hoffmann mostró entusiasmo por no haber ganado por El graduado aduciendo que los premios de la Academia de Hollywood eran "obscenos, sucios y no mejores que las competiciones de belleza". Cuando ganó, cambió de opinión. Y Sean Penn dijo antes de quedarse sin Oscar por Pena de muerte que su actor favorito era él mismo, aunque luego ganó Nicholas Cage. Y Olivia de Havilland, en cambio, brilló por su falta de modestia al recoger su segundo Oscar en 1949 diciendo: "Gracias a la Academia por reconocer una vez más mi talento".

Finalmente, no podía faltar el gran enfant terrible del Hollywood dorado, Errol Flynn quien, siempre transgrediendo, se burló de todo el entramado del star system de Hollywood diciendo: "Os lo podéis meter este lugar donde el mono se metió los cocos ". EFE

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