El diseño del Separador de ambientes reciclable es fruto de un arduo trabajo. Podemos ver que está dividido en tres fases que forman una curva y dejan espacio suficiente para acomodar las rodillas y hacer uso del papel higiénico sin que los codos entorpezcan el movimiento. Su peso y tamaño permiten guardarlo en cualquier rincón y volver a usarlo cuando la sincronicidad intestinal entre dos habitantes se vuelva a dar, algo bastante más común de lo que parece. El Separador de ambientes reciclable no tiene conexión Wifi, pero tampoco le molesta que algún otro tenga, lo que dice mucho a su favor. Su altura ha sido establecida según la altura media del ser humano, esto es, una altura unisex cuya trayectoria visual resultante permite ver qué puntuación lleva el otro en el Tetris. Su superficie acepta gustosa el uso de bolígrafos u otros instrumentos de comunicación escrita, lo que supone que podremos actualizar nuestro estado en tiempo real para que nuestro compañero reciba la información sin tardanza; un rasgo esencial, puesto que las conversaciones realizadas en esos momentos suelen tener carácter confidencial y directo: no hay lugar para la retórica cuando no queda papel.
Hay otro rasgo que me gustaría destacar: con el Separador de ambientes reciclable no sólo disfrutaremos de la sincronicidad intestinal en su más amplio espectro, sino que descubriremos el siguiente nivel: la sincronicidad gestual, el uso de las expresiones faciales como vía para deducir qué zona del intestino está siendo cruzada en ese mismo instante por un montón apelmazado de emociones. El conocimiento de la persona en su estado primigenio, donde no puede mentir ni hacer uso de convenciones culturales aprendidas durante el crecimiento. El Separador de ambientes reciclable demuestra que las personas pueden ser reales entre ellas, pueden establecer una red y con ella formar el tejido de la vida. Que es de algodón, seguramente, porque encoge. Visto en Bits & Pieces/nopuedocreer.com
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