DAPO STAR, UN NUEVO JUEGO DE HABILIDAD SE EXTIENDE ENTRE LOS JÓVENES


Parece fácil, pero no lo es. Este es el primer pensamiento de cualquier persona que prueba por primera vez el 'dapo', un vistoso malabar creado en Barcelona. Algo tan básico como un trapo de cocina ha evolucionado hasta convertirse en un juego que ha arraigado con fuerza en Catalunya y que está traspasando fronteras. El 'dapo' engancha, sobre todo a jóvenes, y se está notando en sus ventas. Su creador, Tai Dapero, pseudónimo de Jesús Alcoba, lo inventó harto de ver cómo se le atrofiaba el cuerpo jugando a la consola. Tenía 18 años cuando dejó el mando de la Play Station para "darle vida al trapo de cocina que todo el mundo tiene en casa". Este barcelonés de 36 años no había estudiado diseño ni era practicante de ningún malabar, confiesa.

El 'dapo' ha pasado muchas fases para evolucionar y llegar a lo que es ahora. Ha mutado de un trapo cuadrado a una estrella de ocho puntas, formada por dos telas cruzadas. De hecho, Tai presentó el 'dapo', aún cuadrado, en la Convención Europea de Malabaristas (EJC) en Atenas (Grecia) en el 2007. Allí comprobó que tenía buena acogida por parte de los expertos y que nadie antes había creado un malabar así. Y el desarrollo del 'dapo' duró varios años, hasta que culminó en el 2012, año en que Tai patentó su creación y emprendió el negocio. En el 2017, ya hay cinco personas que viven directamente del proyecto DapoStar.



El juego trata de que no pare de girar y de que no caiga al suelo una tela estrellada, que pesa más de 300 gramos y que tiene un diámetro de 70 centímetros. Unos movimientos que recuerdan a los de un de un pizzero dando forma a la masa. "Se parece, pero no es lo mismo", sentencia, reivindicativo, Tai Dapero. Para hacerlo girar se deben utilizar las manos, los dedos y hasta donde la habilidad de cada jugador llegue. Los 'maestros daperos' juegan con los codos, la cabeza y hasta se lo pasan de jugador a jugador con el pie, chutándolo. La gran variedad de posibles e imaginativas formas de jugar al ‘dapo’ es una de sus características. "Cada uno juega al ‘dapo' como quiere, no hay normas", explica el habilidoso 'dapero' Uriel Recasens, acuñado por el propio Tai como "el mejor jugador de 'dapo' del mundo". Ellos demuestran solos y en grupo su pericia con el trapo. "Jugamos partidos de voleibol y fútbol con el 'dapo", explican.

No hay una cifra de practicantes precisa. El número orientativo de su éxito se puede medir con las ventas de 'dapos' en su tienda física, abierta en Gràcia (Barcelona) en pasado enero, y de su comercialización 'on line'. Venden más de 1.000 'dapos' al mes de media, de los cuales un 30% van al extranjero. Todos ellos se fabrican de manera artesanal en Barcelona y su precio va de los 40 a los 60 euros. "Corremos el riesgo de que sea más valorado fuera que aquí", reflexiona Tai, que se queja de que no ha tenido ninguna ayuda pública para lanzar su proyecto.  Han comprado 'dapos' desde casi todos los países del mundo. "Israel es el país extranjero en el que más vendemos. Está teniendo una acogida brutal", explica. De hecho, tienen unos socios que comercializan los ‘dapos’ en este país.

La popularización del juego se debe a su gran poder de atracción visual. Así lo expresan quienes lo conocen y su creador, quien difundió su invento practicándolo en espacios públicos como el parque de la Ciutadella de Barcelona, donde se empezó a formar una comunidad de jugadores. De hecho, Tai vivió durante una época de lo que ganaba haciendo espectáculos de 'dapo' en la calle. Más tarde, para divulgar la práctica de este juego, creó una asociación con cinco jugadores expertos que han ido dando a conocer el 'dapo' por escuelas y entidades de Barcelona. Allí contraponen los beneficios de este juego con el sedentarismo de las consolas. "La edad ideal para empezar a practicarlo son los 11-12 años, pero conocemos niños de 6 que ya empiezan a jugar", explica su creador. "Los talleres de 'dapo' que organizamos tienen buena acogida, ya que visualmente es muy atractivo", cuentan desde la Fundació CET 10, empresa que se dedica al deporte y ocio escolar. Sin embargo, esta organización ha constatado que a los niños les cuesta controlar el aparato y esto produce que, tras el primer enamoramiento, muchos renuncien a seguir practicando. "Es un juego más para adolescentes, jóvenes...", consideran desde la entidad educativa.


De cara al futuro, Tai y los miembros de la asociación quieren hacer encuentros con otros malabaristas para que el 'movimiento dapo' siga rodando. elperiodico.com

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