Cuando pensamos en tortura, lo primero que no viene a la cabeza no es un martillo, una silla eléctrica, electrodos en los pezones o dientes y alicates; no. Lo primero que nos viene a la cabeza es algo mucho peor, algo infinitamente más cruel y desalmado; algo que hace que, cualquier persona, ceda ante el torturador: las cosquillas.
Pero ¿sabíais que no es posible hacerse cosquillas a uno mismo? Si no nos creéis, intentadlo. ¿Lo habéis conseguido? ¿eh que no? Pues aquí os contaremos el porqué de este fenómeno tan extraño.
El primer motivo (y el más importante) es que somos conscientes de la diferencia entre nuestros movimientos y de los provenientes de otras personas. Estamos nosotros, pero también están los demás y nuestro consciente lo sabe.
Aún no se ha podido demostrar como nuestra mente separa, de forma tan clara, las sensaciones que nos hacemos nosotrxs mismxs y las que nos hacen los demás, pero se entiende que la mera consciencia ya aporta este ‘factor diferencial’. Es complicado.
Sarah-Jayne Blakemore es una investigadora del University College de Londres, que decidió hacer un experimento con una ‘máquina de cosquillas’ para intentar comprobar cómo el cerebro toma la decisión de si somos nosotrxs mismxs o lxs demás. Para ello, escaneó el cerebro de diversos sujetos experimentales mientras se les hacían cosquillas con una máquina y mientras se las hacían ellos mismo. La conclusión fue que nuestro cerebelo detecta que estamos moviendo alguna de nuestras extremidades y, a continuación, emite otra señal que ‘anula’ la actividad de la corteza somatosensorial, encargada de las experiencias táctiles.
Entonces, ¿es posible evadir ese mecanismo? ¿Seríamos capaces, sabiendo esto, de hacernos cosquillas a nosotrx mismxs?
La doctora Blakemore consiguió controlar, mediante estimulación magnética cerebral, el pie de alguien y mantenerlo quieto en contra de la voluntad del sujeto. Cuando se hacía cosquillas el mismo, estas surgían efecto.
Otros estudios intentaron, mediante otras formas que rozaban la ‘experiencia extracorporal’, si era posible engañar al cerebro y hacerle creer que estábamos en la perspectiva de otra persona para que, al hacernos cosquillas, estas surgiesen efecto, ya que el cerebro estaría confundido… pero no funcionó: no puedes hacerte cosquillas con tus propios movimientos. - VIA-CABROWORLD.COM
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