¿ERA MOBY DICK? UN PESCADOR DICE QUE UNA BALLENA SE LO TRAGÓ

 


Michael Packard, de 57 años, vecino de Cape Cod (Massachusetts), también ha hecho del océano su pasión. En un relato cargado de la mitología bíblica de Jonás, este veterano buceador y pescador de langostas supo lo que significa de verdad la oscuridad.

“De repente sentí ese fuerte golpe y lo siguiente que supe es que todo estaba negro”, confesó a la salida del hospital.

Su historia cautivó y, a su vez, generó escepticismo entre médicos, científicos y pescadores. El relato de Michael Packard sobre su succión por la ballena causa “sorpresa” entre médicos y científicos

Michael Packard, de 57 años, vecino de Cape Cod (Massachusetts), también ha hecho del océano su pasión. En un relato cargado de la mitología bíblica de Jonás, este veterano buceador y pescador de langostas supo lo que significa de verdad la oscuridad. 

“De repente sentí ese fuerte golpe y lo siguiente que supe es que todo estaba negro”, confesó a la salida del hospital.

Su historia cautivó y, a su vez, generó escepticismo entre médicos, científicos y pescadores. El viernes salió a hacer su labor. Su barco estaba frente a la playa de Herring Cove. Su compañero Josiah Mayo aguardaba en la embarcación. La temperatura del Atlántico era de 17 grados. Había buena visibilidad. A 14 metros de profundidad, Packard cazaba los crustáceos, llevaba ya 45 kilos. Estaba rodeado de bancos de peces, mientras nadaban las lubinas rayadas. Era testigo de la cadena alimentaria del océano cuando él mismo se convirtió en parte de ella.

Lo succionó una jorobada, siempre según su versión. Aseguró que permaneció más de medio minuto en su boca – “estaba completamente dentro”–, manteniendo la respiración al llevar la botella de oxígeno. “Pude sentir que me movía y que la ballena apretaba con los músculos de la boca”, explicó al Cape Cod Times. Dentro de lo malo, una experiencia a prueba del mejor Houdini y no apta para claustrofóbicos, se temió lo peor. La primera idea que le vino a la cabeza fue que un gran tiburón blanco lo había deglutido en vida. Ese era su final. “Me dije ‘estoy listo, me voy a morir’. Creí que no había manera de salir de ahí. Solo podía pensar en mis dos hijos”, insistió.

No es la primera vez que Packard se citaba cara a cara con la parca. Como se dice, tiene una flor allá donde acaba la espalda. En el 2001 era uno de los pasajeros de un pequeño avión que se estrelló en Costa Rica, en el lado del Pacífico. Salió mal herido y, después de dos noches en la jungla, lo rescataron a él y a otros cinco viajeros. Murieron el piloto, el copiloto y seis pasajeros. 

Esta vez, en medio de la oscuridad, se dio cuenta de que no sentía el roce de los afilados dientes del pez carnívoro. No era un tiburón. Había escapatoria. Empezó a moverse, en plan lucha, y se percató de que el mamífero marino reaccionó sacudiendose con muestras de incomodidad.


“Vi luz y la ballena empezó a mover la cabeza de lado a lado y lo próximo que supe es que estaba fuera. No podía creerme que hubiera escapado”, confesó.

“Basado en lo descrito, tendría que ser un error y un accidente por parte de la ballena”, sostiene Jooke Robbins, directora del programa de estudios de ballenas jorobadas en el Centro de Estudios Costeros de Provincetown. En la página de Facebook de la organización describió lo ocurrido como “accidente raro”, sugiriendo un exceso de fantasía. Robbins remarca que estos cetáceos no son agresivos, en especial hacia los humanos. “Es algo que no había escuchado que hubiera sucedido antes”, indica. “Si algo se encuentra directamente en el camino de una jorobada que se alimenta, no siempre es capaz de detectar o evitar esa situación”, recalca Robbins. Este ejemplar sería juvenil y no vio venir al submarinista. En el momento en que abre la boca para nutrirse, se hincha como un paracaídas, bloqueando su campo visual. Las ballenas jorobadas de la zona se pasan la mayor parte del tiempo buscando y engullendo pequeños bancos de peces.

Mayo observó agitación cuando la criatura emergió y Packard fue expulsado. Lo llevaron al hospital de Hyannis. Una herida en la pierna, un rato en observación y a casa. Algún médico expresó sorpresa de que no sufriera más traumatismos o pérdida de oído por el súbito cambio en la presión del agua. Si algo está claro es que no fue Moby Dick, pero Packard tiene otra aventura que contar.



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