"ILove MILFS (Mother I’d Like to Fuck)". En un paseo por Barcelona, la frase emerge en los escaparates de las tiendas de recuerdos, estampada en multitud de objetos. Otro de los hits que se reproducen es el de "Mi amigo es gay", todo aderezado con imanes y abrebotellas con forma de pene. Para encontrar una camiseta o una taza con una frase o un dibujo de la ciudad, en muchos casos, hay que pasar dentro. La proliferación de souvenirs malsonantes u ofensivos, que "degradan" la imagen de la ciudad, preocupa en el Ayuntamiento, que, bajo el impulso de ERC, estudia cómo hacer que este tipo de artículos queden relegados a los estantes interiores y no se expongan a la vista de los turistas y vecinos. La propuesta para eliminarlos de los escaparates se enfrenta a obstáculos legales y al rechazo de las tiendas de recuerdos. “No sé si son souvenirs, pero son una cutrada. Se aleja mucho de la imagen de ciudad que queremos proyectar”, defendió hacer unos meses Jordi Coronas, el concejal de ERC que lidera la propuesta. Pero aunque el Gobierno municipal de Jaume Collboni ha aceptado el reto de intentar erradicar estos objetos, el debate parte con una pregunta complicada de responder: ¿cómo definir qué es de mal gusto y qué no? El Ayuntamiento no tiene una respuesta clara y todavía no ha encontrado la fórmula para implementar una norma que no sobrepase los límites de la regulación. Lo que sí existe es el Plan Especial de Ordenación de Establecimientos Comerciales de Souvenirs, vigente desde 2008, que limita la apertura de nuevas tiendas en zonas de alta afluencia turística con el fin de preservar el paisaje urbano y el comercio tradicional. Inicialmente, el Plan se implementó en el distrito de Ciutat Vella, así como en los entornos del Parque Güell y la Sagrada Familia, aunque con el tiempo se amplió el perímetro, incluyendo otras zonas como los alrededores del Camp Nou y de la Casa Vicens. Para poder establecer criterios normativos, el documento contempla el concepto de souvenir, refiriéndose a una variada tipología de artículos “dirigidos principalmente a turistas y destinados al uso de regalos, recuerdos u ornamentos”.
Aunque la normativa no fija ningún criterio de regulación sobre el contenido o la calidad estética de los souvenirs, sí se aplica la Ley 19/2020 de Igualdad de Trato y no Discriminación, que, en relación con los locales y espacios abiertos al público, prohíbe la difusión de publicidad discriminatoria. Sin embargo, no es suficiente para establecer un límite, puesto que se entra en una zona de conflicto en términos de libre comercio y de libertad de expresión.
Por otro lado, los propietarios de las tiendas de souvenirs denuncian que la propuesta es un ataque injustificado al sector. Alok Lahad, presidente de la Asociación de Negocios Turísticos de Cataluña y comerciante con 28 años de trayectoria en la capital catalana, es uno de los más críticos: “¿Quién decide qué es mal gusto? Nosotros damos empleo a muchas personas, somos una industria que genera trabajo y el Ayuntamiento quiere imponer regulaciones arbitrarias”, defiende Lahad. Para el presidente de la asociación, las limitaciones impuestas por el Consistorio han ido en aumento sin una justificación clara: “Antes podíamos exponer postales y libros, ahora no. Después nos prohibieron colgar productos en la fachada y posteriormente los souvenirs debían estar al fondo de la tienda sin ser visibles desde fuera”, explica. Lahad considera que estas restricciones solo buscan invisibilizar un sector legítimo del comercio: “Si no quieren turismo en Barcelona, que cierren el puerto y dejen de dar visados, pero no pueden atacar a las tiendas de souvenirs como si fuéramos los culpables”, censura el empresario.
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