Cuántos humos y suciedad urbana nos habríamos ahorrado. Cuánto bramar en las carreteras y hasta guerras por petróleo habríamos dejado de conocer… Se habría podido incluso repostar fumando —las autoridades vigentes mediante— si el «Victoria» y otros vehículos eléctricos como el desarrollado por Siemens, hace 106 años en Berlín, hubieran sido la norma. Y, la historia al revés, aquel primer motor de gasolina de Karl Benz, en 1885, y el invento de Rudolf Diesel, en 1892, hubieran sido olvidados; en vez de inaugurar el siglo del petróleo.
Cien años después, la añoranza está al alcance, de creer a los pioneros de la electromovilidad: «Todos los fabricantes de automóviles han comprendido que el futuro es eléctrico», dice en los laboratorios tecnológicos de Siemens en Perlach, en las afueras de Munich, el especialista en electromovilidad Marcus Fehling: demografía, escasez de recursos, un 90% de la gente viviendo en ciudades, interconexión más eficiente y sostenibilidad así lo auguran.
A finales del siglo XIX, el que es hoy uno de los primeros grupos de ingeniería del mundo desarrolló un motor eléctrico para un vehículo, el Victoria. Se fabricaron 50 unidades que, en torno a la I Guerra Mundial, recorrían Berlín silenciosa e higiénicamente, como elegantes taxis de hotel y transporte de mercancías. El primero eléctrico había sido sin embargo presentado por Gustave Trouvé en 1881 en la Exposición Internacional de París, donde el automóvil estaba más introducido.
Todavía se puede circular en el «Victoria», en una réplica exacta realizada pieza por pieza por el taller carrocero de Hubert Drescher, pues de las pocas unidades fabricadas en la planta de Schuckert en Berlín ninguna superó el paso del siglo. Apercibido este diario, cuando quiso visitarlo estaba completamente desmontado en componentes, para realizar una nueva reconstrucción en un taller de Friburgo.
Gel de plomo
Pero cuando se lo ve moverse, en filmaciones antiguas como actuales, lo más chocante es la ausencia de explosion de escape: el Victoria se movía por Berlín a 30 kilómetros por hora con la suavidad de un vagón de metro. Estaba alimentado por una batería de 44 células de gel de plomo, que permitían una autonomía de 80 kilómetros pero suponía un tercio de los 1.500 kilos del peso. Entonces costaba una media de 14.000 marcos, o 13 años del salario de un trabajador.
Los motores de combustión interna de Benz y Diesel proporcionaron pronto una autonomía de rodaje que logró sacar al eléctrico del mercado, a partir de la I Guerra Mundial, un motor que además del Victoria equipó casi un centenar de pequeñas marcas, ya olvidadas, en Europa y EEUU. Pero hoy «sabemos que la mayoría de los coches particulares no recorren más de 20 kms diarios», hace notar uno de los mayores visionarios de la era de la electromobilidad, el profesor Gernot Spiegelberg, antes de ofrecer probar un coche eléctrico: «Tiene que producirse un cambio de mentalidad en la sociedad» y se refiere a que la mayor parte de la gente tiene vehículos con los que apenas una vez o dos veces al año realiza largos recorridos.
Al volante de un eléctrico, lo primero a notar es que el oído no está acostumbrado: No es que el parabrisas sea ruidoso, es que no se percibe el motor. El primer toque lo da el experto de pruebas Bernhard Fischer, al impacientarse amablemente, «eh... no sé a que esperamos», pues el motor ya está en marcha sin apreciarse ni el encendido.
Y la marcha ya está metida. Básicamente se puede rodar siempre en segunda, parado, en marcha o recorriendo la ciudad de Munich, entre los 0 y los 60 kms/h que son máximos para un tráfico urbano. Al dar gas, o mejor dicho corriente, el vehículo —un Suzuki Splash destripado— tarda ligeramente en alcanzar el par de giro, en comparación con la gasolina. Así que no habrá salidas de semáforo quemando rueda.
No lejos de la ciudad-Siemens, en Perlach, se pasa junto a la ciudad-BMW, consorcio automovilístico que como Porsche, Ruf o las legendarias motos americanas de Orange County Chopper participa en el proyecto de electromovilidad con sus e-Minis. También Mercedes trabaja el concepto y Smart tiene en prueba una batería de modelos eléctricos en labores de servicios y en Francia ha presentado Peugeot su EX1 y otras marcas tienen sus prototipos.
En la circunvalación de la capital bávara sí merece la pena cambiar por primera vez de marcha, pero la limitación interurbana es a 80 kms/h, con lo que la tercera basta y sobra. Las capacidades de los vehículos resultan hoy realmente infrautilizadas en la mayor parte de su tiempo de vida. El profesor Spiegelberg cree que en el futuro, el «segundo coche» para la corta distancia será «el primero», y para las necesidades únicas de éste, largas escapadas y vacaciones, se alquilarán vehículos de gasolina. En diez años el plan es que en Alemania circule un millón de coches eléctricos, aunque las primeras partidas serán para equipar flotas de empresas, y a partir de 2020 que la mitad de todos los «segundos coches» también lo sean. Lo que requerirá que las ciudades modernas ya estén preparadas para la nueva era.
En cooperación con firmas asociadas, Siemens ha motorizado eléctricamente un Cayenne y un 911 de Porsche: el eRuf Stormster con una fuerza de 270 kw o 370 caballos, una velocidad máxima de 150 kms/h y un alcance de 180 kms; y el eRuf Sporter sobre el 911, con el mismo motor, una increíble punta silenciosa de 250 kms/h y energía para 200 kms.
Además está la psicoldélica eChopper, el caso en el que naturalmente más se extraña la falta del clásico bramar del escape, tanto en frío como a una velocidad punta de 160 kms/h y con un radio máximo alcance de 100 kilómetros. Ya en los años 90 había fabricado Siemens las primeras motos eléctricas, que ahora compiten en el eGrandPrix TTXGP, la primera carrera eléctrica, en la Isla de Man.
En la ruta viaria, nadie salvo uno mismo podría apreciar en el recorrido que este Suzuki adaptado es distinto por dentro. Al levantar el pie del acelerador es apreciable una pequeña retención del motor: «Es el punto de recuperación de la energía hacia la batería», explica Fischer. Cada giro de rueda no propulsado, «el sistema se invierte y acumula la energía». Al regresar del paseo urbano, el control de energía señala que ha bajado de un 99% a un 93%.
El vehículo eléctrico parece especialmente indicado para el tráfico urbano, como hace ver el experto Markus Fehling: no sólo por las cortas distancias y previsión de puntos de carga sino porque, a diferencia del de combustión, no gasta parado en los atascos y sí más, de nuevo inversamente al de gasolina, en los largos recorridos.
La electrificación general supondrá la desconexión definitiva entre movilidad y petróleo, lo cual incluye suciedad, ruido y emisiones; pero también la posibilidad de variar el origen de la electricidad, de la convencional a la verde, pues por el enchufe seguirán saliendo los voltios sean del color que sean.
Y el profesor Spiegelberg, como experto en eficiencia energética, subraya que el 60% de la energía de un vehículo actual se pierde y, además, va a la atmósfera en forma de calor. El eléctrico tiene una eficiencia energética del 100% y un 0% de emisiones, aunque éstas si se producen en las plantas productoras de origen. Pero incluso «en una central térmica, el proceso de combustión es mucho más efectivo y limpio que en el motor de un coche».
Hace 10 meses Merkel convocó a la cancillería federal a todos los grandes de la industria y la ciencia para una «cumbre de la electromovilidad», que consagró políticamente la nueva era eléctrica y allí estuvo expuesto desde el primer Victoria al último Smart o Porsche eléctrico. De afirmarse como esperan los nuevos visionarios, ésta es una tecnología en que, por primera vez en mucho tiempo, Europa podría estar a la cabeza del mundo, y hay que leer adecuadamente entre líneas al profesor Spiegelberg cuando en esto mezcla Europa con Alemania: «No hay nadie por delante de nosotros».
El presidente de Siemens, Peter Löscher, lo ha dicho más alto: «Hemos lanzado una nueva industria alemana líder en el siglo XXI y la canciller se ha puesto a la cabeza de ella». Agrega sin ambages que con «campeones industriales en eletrotécnica, energía, química y automoción, ningún otro país será capaz de interconectar tan rápidamente electromobilidad y realidad». Porque no es una nueva tecnología, como subraya Spiegelberg, «es todo un nuevo sistema y así debe de ser contemplado». El consumo presente viene a ser de 15kwh por 100 kms y las baterías al uso contienen 42 kwh, que enchufadas a las tomas de carga ya presentes en las casas, con 400v y 25 amperios, podrían cargar en dos horas. Spiegelberg apunta un gasto de 2€ a los 100 kms frente a los 4,8€ del diesel más ahorrador. Y más allá del actual motor eDrive, los investigadores de Siemens trabajan ya en la siguiente generación de motores de concepción doble, que ofrecerán 125 kw de fuerza en sólo 52 kilos de peso y carga de una hora a 380 voltios y podrán, bidireccionalmente, cargar ellos a su vez la red eléctrica de vuelta a casa.
Las nuevas «petroleras»
Los expertos avisan de que falta a un tiempo para que la era eléctrica alcance el mercado. Un informe de Deutsche Bank reconoce que la electrificación será constante y creciente, pero «una rápida transformación estructural es improbable», dice Eric Heymann, por cuestiones técnicas, como baterías y nuevas redes, como también política, de estandares comunes, subsidios iniciales y de infraestructuras: el cambio serio requerirá dos décadas y tampoco será el fin inmediato de la gasolina para la movilidad interurbana.
Pero las principales energéticas, con enormes cantidades de líquido, como Siemens con 15.000 millones, o GE con 22.000 millones en 2012, han abierto la veda por los recursos del futuro y las redes y a nadie se le escapa que la alemana es la mayor compañía del mundo en energias renovables. Siemens, General Electric, Bosch, Electrical Energy Systems y otras grandes compañías serán las futuras «grandes petroleras» y los nuevos poderes fácticos globales. Y mirando atrás a los 160 años de aquel pequeño taller de Siemens en Berlín, no hay duda de que hay quien encara el siglo XXI con el mismo espíritu pionero con que inauguró el XX.
La batería sigue siendo el problema un siglo después
Partidarios como críticos coinciden en que hoy el problema insoslayable «sigue siendo la batería»: enorme coste, peso y baja autonomía. Los expertos de Siemens Corporate Tecnology aceptan que, frente a otros avances siderales, la pila ha progresado poco en estos 100 años. Y, como revela el informe de Deutsche Bank, Con baterías a un coste de entre 6.000 y 10.000 euros, no es previsible que haya inmediatamente coches por mucho menos de 30.000 euros. Para hacer atractiva la opción, habrá que lograr reducir el coste de las baterías un 70-80%. Sin embargo «el desarrollo actual va a una gran velocidad», asegura Spiegelberg, nikel y óxido de metal son pasado, «las baterías que usamos aguantan 4.000 ciclos, lo que supone 10 años de uso normal. Y las hay ya de polímeros de litio, muy caras aún, pero en la mitad de volumen producen el doble de energía». ABC
0 Comentarios