¿Crees que las tareas que asumes en tu oficina no están a tu altura? ¿Consideras que tu talento está desaprovechado? ¿Estás convencido de que deberías ganar más dinero? Enhorabuena, eres una de las cientos de millones de personas que se quejan de su trabajo. Y quejarse está muy, pero que muy bien: desestresa, te libera de cargas mentales y focaliza tu ira hacia elementos que de verdad la merecen.
Pero piensa esto: podría ser peor. Existen ocupaciones que hacen muy complicado cumplir ese proverbio que asegura que ‘el trabajo dignifica al hombre’. Lo pronunció Karl Marx en el siglo XIX. Amigo Karl, allá donde estés, yo te invoco y te pregunto: ¿cualquier trabajo? Ahora que estás de nuevo entre nosotros, oh gran gurú del pensamiento comunista, repasa tú también este ránking de los peores trabajos del mundo y luego hablamos.
Contador de peces
Como suena. No hay que imaginar a un tío sentado a la orilla del río con una libreta y un boli, pero casi. En zonas de reservas de salmón resulta muy importante contar los ejemplares que nadan a contracorriente para controlar su cantidad y su nivel de reproducción. Para ello, debe haber una persona que, de abril a octubre, pase horas y horas pegado al río manejando un contador electrónico y anotando información relativa a la calidad y cantidad de los alegres y despreocupados salmones. A-pa-sio-nan-te.
Recolector de esperma
¡Mmmmm, abre el apetito! No tiene mucha ciencia: cuando el caballo, el toro o el animal de turno está en todo lo suyo, los recolectores de esperma deben agarrar con fuerza el elemento del bicharraco, introducirlo en una vagina artificial y esperar a que suelte su chorro del amor.
Recolector de excrementos
Seguimos con el capítulo de ‘recolección’. En zoos o lugares en los que se trabaja con animales, alguien tiene que encargarse de recoger esos kilos y kilos de caliente y humeante mierda. Primero, para mantener limpio el entorno y, segundo, para poder analizarla y verificar que el animal no está enfermo o tiene alguna dolencia interna. Obviamente, no va a ser para hacerse una tortilla.
Analista de excrementos humanos
Estas heces no hay que cogerlas del suelo, pero el trabajo es igual de poco apetecible. Nuestros deshechos dicen mucho de nosotros, y por eso existen multitud de pruebas médicas que diagnostican nuestro estado de salud realizando estudios sobre ellas. Incluso hay empresas como Techlab, en Estados Unidos, que desarrolla kits para analizar los excrementos humanos que luego se utilizan en hospitales.
Catador de gases
Para abrir boca antes de comer. Si los excrementos dan muchas pistas sobre cómo estamos gastrointestinalmente hablando, lo mismo ocurre con las emisiones en forma de gas. Imagina el anuncio en la prensa: “se busca a persona sin problemas respiratorios y con amplia capacidad pulmonar para que destape en su nariz un tubo de ensayo con un pedo dentro”.
Oledor de cuerpos
Aquí el campo se amplía. O cambia el foco, al menos. Todos nos perfumamos y nos aplicamos desodorante en las axilas pero, ¿cómo se aseguran las empresas que los fabrican de que funcionan correctamente? Fácil: contando con trabajadores que meten su nariz en el sobaco de voluntarios que han probado previamente el producto. No habrá problema cuando este funcione pero, ¿qué ocurre cuando todavía no se ha dado con la fórmula correcta?
Recolector de animales muertos
Seguro que alguna vez te has cruzado en la carretera con un lindo conejito aplastado o con los restos de un ciervo que, despreocupado, ha cruzado sin mirar. Estos animales suponen un grave peligro para la circulación, así que es muy importante retirarlos y limpiar la zona para dejarla como si nada hubiera ocurrido. Independientemente de lo esparcidos que hayan quedado los miembros del pobre bicho silvestre.
Tanatopractor
En este caso, el cadáver está entero. O, al menos, en la mayoría de los casos. La tanatopraxia es el conjunto de prácticas que se realizan sobre los muertos para su higienización y cuidado estético. Puntos positivos: los compañeros de trabajo son inusitadamente silenciosos y jamás, jamás, te llevarás curro a casa. A no ser que seas muy rarito.
El trabajo dignifica… casi siempre. Otras veces, sólo da de comer. Así que la próxima vez que creas que tu oficina es un infierno, que tu trabajo apesta y que tus tareas no están a tu altura, para un momento y reflexiona. ¡Ah! Karl Marx, ¿sigues ahí? ¿Qué opinas ahora? - EP.COM
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