«Son las mismas moléculas desde 1912», explica Kendall Robertson, actual dueño del local, a Southern Living Magazine. El proceso de preparación comienza con bolas de carne que se aplastan con un mazo de madera antes de sumergirlas en grandes sartenes de hierro fundido llenas del legendario aceite. Como las hamburguesas tienden a encogerse al freírse, la mayoría de los clientes pide dobles o triples. Lejos de ser un secreto, los comensales no solo conocen y aceptan el origen centenario del aceite, sino que algunos incluso piden que sus hamburguesas completas -pan incluido- sean sumergidas en la grasa antes de ser empaquetadas. Para asegurarse de no quedarse sin este ingrediente especial, Robertson tiene almacenados unos 10 baldes del aceite original, aunque la cantidad aumenta naturalmente con cada nueva tanda de hamburguesas que se preparan. Esta práctica de utilizar el mismo caldo o aceite durante años no es única. En Tailandia, un restaurante cocina fideos en el mismo caldo desde hace más de 50 años, mientras que Otafuku, uno de los establecimientos de fideos más antiguos de Japón, sirve el mismo caldo desde 1945. Dyer’s Burgers procesa entre 340 y 450 kilos de carne picada por semana, lo que asegura que su legendaria grasa seguirá creciendo con el paso del tiempo.
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