La ciudad de Barcelona está llena de historias de todo tipo, y es que tantos años de vida dan para mucho. Desde finales del Neolítico -aproximadamente 4.000 años atrás-, con los primeros restos hallados en el territorio de la ciudad, hasta la actualidad, pasando por sus habitantes de pueblos íberos, romanos, judíos, visigodos, musulmanes y cristianos.

Su relevancia fue forjada con el tiempo, sobre todo, desde que se convirtió en una pequeña colonia romana llamada Barcino hasta ser la capital de Catalunya y la segunda ciudad más importante de España en la actualidad, por detrás de su capital, Madrid. Entre medias Barcelona ha albergado los tres eventos deportivos más importantes del mundo: los Juegos Olímpicos, el Mundial de fútbol y la Copa América de vela, además de la Fórmula 1 o MotoGP. Eso por no mencionar otros de los eventos más destacados internacionalmente en ámbitos sociales, económicos, artísticos y culturales propios.

Por lo que respecta las infraestructuras del metro, su inauguración data del 1924 y tan solo contaba con cuatro estaciones (Lesseps, Diagonal, Aragó -actual Passeig de Gràcia- y Catalunya) reunidas en una sola línea con un tramo de 2.714 metros. A partir de ahí se comenzó a alargar la conocida ahora como L1 o línea roja y con el paso de los años fueron derivando en muchas más líneas hasta llegar a lo que tenemos hoy día: 12 líneas divididas en 193 estaciones y una red total de 170 kilómetros. Casi nada.

Y es que durante las constantes evoluciones -no tan solo del metro, sino de la ciudad en general-, las líneas fueron adaptándose a las circunstancias y necesidades de cada momento, dando lugar a estaciones que actualmente se llaman de forma diferente o, directamente, que desaparecieron para dejar de existir. Ya sea por falta de utilización o por la gran cercanía entre estaciones próximas.

Es el caso de la estación 'fantasma' conocida como Correos. Una parada de metro que formaba parte de la L4 y que estaba situada justo debajo de las actuales Plaça Idrissa Diallo i de Correus -que anteriormente era uno y se llamaba Plaça Antonio López- en el distrito de Ciutat Vella, justo delante del Moll de la Fusta.

Su nombre viene dado del edificio que está justo al lado, en la Via Laietana: la Oficina de Correus i Telègrafs. La estación en sí era bastante grande y estuvo operativa entre los años 1934 y 1972. Su cierre vino motivado a una de las razones más habituales en la época: su proximidad con otras paradas que eran más concurridas. De hecho Urquinaona, Jaume I y Barceloneta son las que están más próximas a ella.

Una de las particularidades de esta estación 'fantasma' es que se mantiene prácticamente igual que cuando estuvo en funcionamiento, ya que conserva paneles publicitarios de la época y su cartel original con el nombre de la estación Correos. Para poderla ver tan solo deberemos coger el metro desde Jaume I dirección a la Barceloneta y, entre esas dos, podremos observarla desde las ventanas más próximas a la pared del túnel.