LA SEGUNDA GUERRA FRIA, YA TIENE A SUS PROPIOS OVNIS

 


El lanzamiento del satélite Sputnik en 1957 fue la señal de que la Unión Soviética podía superar a Estados Unidos en tecnología. De ese temor surgió la fiebre ovni, vigente durante toda la Guerra Fría. El avistamiento sobre los cielos de Montana de un globo aerostático procedente de China, el pasado 4 de febrero, puede ser la confirmación de que el mundo asiste a una segunda Guerra Fría, esta vez entre China y Estados Unidos.

La noche del 3 de mayo de 1973, a la hora de la cena, mi tío llamó a casa a través del interfono. “¡Baje deprisa!”. Nada más salir a la calle, me arrastró a mí ya mi padre en la parte posterior del edificio, en el límite de la ciudad, donde comenzaban los campos de trigo. Allí, a medio kilómetro de distancia, a una altura indeterminada, había dos grandes discos de color rojo suspendidos en el aire. Tenían entre 30 y 40 metros de diámetro. Estuvieron quietos un minuto, tiempo suficiente para que otros vecinos bajaran a disfrutar del espectáculo.

En esos años mucha gente veía ovnis (objetos volantes no identificados). En el Vallès especialmente. Y mucha gente creía en los extraterrestres. Un año antes dos vecinos de Terrassa se habían suicidado poniendo la cabeza sobre las vías del tren para viajar al más allá. “Los extraterrestre nos llaman; pertenecemos al infinito. WTKS 88”. En 1969, una nave aterrizó sobre un campo de patatas junto a su casa, en Matadepera. La vecina que le vio contó a la prensa la escena con todo lujo de detalles.

La fiebre duró años, pero a finales de los 80, los ovnis desaparecieron. Y con ellos, la más entrañable generación de “freaks” de mi generación. Los ovnis se fueron de aquí y de Estados Unidos, de donde había llegado el fenómeno. Se marcharon con el fin de la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética se disolvió y dejó de provocar miedo. Los americanos nunca volvieron a mirar al cielo con temor.

Ha bastado unas palabras despreocupadas del general Glen Van Herck -“no descartamos nada”- para que la fiebre ovni haya emergido repentinamente. Y, será por casualidad o no, coincide de nuevo con una época en la que se vuelve a hablar de Guerra Fría. Esta vez entre Estados Unidos y China. La fiebre ovni de la posguerra tuvo su cenit cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lanzó al Sputnik al espacio, en 1957. Esta segunda Guerra Fría ha tenido su propio “momento Sputnik” el 4 de febrero, cuando los radares de la aviación estadounidense localizaron el primer globo aerostático de procedencia china.

La fiebre ovni empezó en 1947 porque los americanos tenían claro que la próxima guerra se ganaría en el aire. Empezaron a mirar al cielo ya ver cosas. Ese mismo año, Harry Truman articuló la doctrina de que el comunismo era el gran enemigo del sistema de vida americano y partió peras con los rusos. El padrino de los ovnis fue el piloto civil Kenneth Arnold, que ese mismo año empezó a ver platillos volantes por doquier. En parte, era cierto. El cielo estaba lleno de artefactos. Era el resultado de los esfuerzos tecnológicos de las potencias que combatieron en la II Guerra Mundial. Entonces los americanos no sabían de qué tecnología disponían los soviéticos. Ahora tienen lo mismo con China.

En los años 40 y 50, todo el mundo en Estados Unidos empezó a ver ovnis. La fiebre la desató Hollywood, que aprovechó el filón, y los credos evangélicos, que veían en el fenómeno la proximidad del fin del mundo. Los extraterrestres eran vistos a veces como seres agresivos. En otros casos, como entes inteligentes portadores de un mensaje de paz. La lista de películas con mensajes "ecuménicos" a los humanos es larga. Va desde Ultimátum a la Tierra a Encuentros en la Tercera Fase. Y después estaban los conspiranoicos. Quienes pensaban que el gobierno escondía la realidad. Como la caída de una nave con un piloto marciano en Roswell (Nuevo México) en 1951.

Mientras la población se estremecía ante las pantallas, el ejército americano nunca dejó de escrutar el cielo. Una actividad en la que cumplieron 75 años. Siempre con la misma hipótesis: los ovnis habían sido manufacturados en la Tierra y, lo más probable, por técnicos soviéticos. Esta vez, el avistamiento de los globos chinos ha encontrado el Pentágono ajetreado. Desde 2021 ha sido informado de 366 incidentes inicialmente inexplicables de los que 163 eran globos.

Esta vez la fiebre ovni tiene pocos aspectos de calar. Pero su sola mención indica que la intranquilidad ha vuelto al cielo de Estados Unidos. En cierto modo es un signo de que la época en que Estados Unidos ha mandado en solitario sobre nuestras cabezas, ha terminado. Como dirían los agentes Mulder y Scully, maestros de la ciencia fantástica televisiva con Expediente X, “la verdad está ahí fuera”. Y lo más probable es que esa verdad tenga que buscarse en China. Ramón Aymerich - lavanguardia.

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