Un día de junio de 2009, el chaval Gerrit Blank, un alemán de 14 años, iba caminando al colegio cuando “una bola de luz” se formó en el cielo y un meteorito del tamaño de un guisante le golpeó en la mano, según publicaron entonces periódicos de todo el mundo. Su historia, con episodios exagerados por los tabloides británicos, es sin embargo verosímil, como el pasado fin de semana dejó claro el meteorito que estalló sobre la región rusa de Cheliábinsk dejando más de mil heridos. Es tremendamente improbable, pero es posible: un meteorito te puede caer en la cabeza.
“El riesgo de que te golpee un meteorito es muy pequeño, nada de lo que preocuparse. Es mejor tener cuidado al cruzar la calle”, bromea Christian Gritzner, del Centro Aeroespacial Alemán. Este ingeniero calculó en 1997 el riesgo individual de que a una persona le caiga un meteorito encima, basándose en la superficie que ocupa de media un ser humano, su esperanza de vida, la superficie de tierra emergida y el número de meteoritos que caen en ella cada año. Y la posibilidad es de una entre 174 millones, como mucho.
Es una probabilidad ínfima, pero aún así ocurre. Gritzner recuerda el caso de un chico de Mbale, una aldea ugandesa, que iba por un camino de arena el 14 de agosto de 1992 cuando un guijarrillo de apenas tres gramos rebotó en un banano y le cayó en la cabeza. Era un fragmento minúsculo de un meteorito de una tonelada que había estallado en la atmósfera, a unos 14.000 metros de altura.
Los expertos calculan que entre 1.000 y 10.000 toneladas de material llegan cada día a la Tierra desde el espacio. La mayor parte son pequeñas rocas de apenas unos centímetros y se desintegran al chocar contra la atmósfera. Pero en ocasiones, como ocurrió en Cheliábinsk, los meteoritos llegan más lejos. Tres científicos de la NASA, encabezados por Kevin Yau, han analizado miles de documentos históricos chinos escritos desde hace 2.700 años hasta 1920. Unos 300 de ellos mencionaban meteoritos y en siete casos se registraron muertes. Su análisis, publicado en 1994, sugería que “la probabilidad de que un meteorito impacte contra un humano es mucho mayor de lo que se pensaba”.
El 14 de enero del año 616, por ejemplo, una decena de soldados se encontraba en un campamento del rebelde Lu Ming-yueh cuando un meteorito tumbó una de sus torres y los aplastó, según los textos estudiados por la NASA. Alrededor de 1341, una “lluvia de hierro” también mató a personas y animales en la provincia china de Yunnan. Y entre febrero y marzo de 1490 “cayeron piedras como lluvia” en el distrito de Ching-yang, en la provincia de Shansi, matando a más de 10.000 personas, según los posiblemente exagerados relatos de la época. manuel Ansede - AP.
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