Un método económico y sencillo para intentar enviar al otro barrio a tu jefe o a cualquier compañero de oficina digno de sufrir un muy severo castigo. Solo se necesita una bocina de gas bien cargada, un rollo de cinta adhesiva y una silla de esas tan cómodas que tienen los privilegiados, de las que se hunden un poco al sentarse.
Evidentemente no podemos garantizar la efectividad pero, por probar, se pierde poco.
Visto en Bitsandpieces, ia nopuedocreer.com
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