Hace unos años, un profesor de la Columbia University lo explicaba así a un grupo de estudiantes extranjeros. "Visitar la estatua de la Libertad no es propio de los neoyorquinos".
Miss Liberty celebra hoy su 125 cumpleaños y para muchos de los lugareños supone la primera posibilidad de disfrutar de una visión reservada a los turistas. La instalación de cinco webcams en la antorcha de esta señora de 33,86 metros de altura (de los pies a la cabeza) facilitará la visión de la línea del horizonte de Manhattan, de Brooklyn, de las nuevas torres de la zona cero o del puerto de la ciudad y su entorno.
"No será como la visión desde un helicóptero turístico, esto es único", afirma Brian Cury, fundador de Earthcam, la empresa que ha donado las cámaras. Estarán conectadas a diario y su visión se hará en el sitio web EllisIsland.org.
La antorcha se cerró al público en 1916, en plena Primera Guerra Mundial. Esta decisión se adoptó tras una explosión en un arsenal cercano, que se consideró un acto de sabotaje de los alemanes. Ahora, una vez concluidos los festejos que conmemoran el día en que el presidente Grover Cleveland la bendijo, la estatua cerrará sus puertas por un año (la isla seguirá siendo visitable). La van a someter a un lifting que costará 27 millones de dólares.
Pero la estatua de la Libertad, además de punto de referencia para los visitantes de Nueva York, disfruta de otro significado del que la fiesta no se olvida. El programa incluye la naturalización de 125 ciudadanos procedentes de 40 países. Para millones de inmigrantes, la madre de los exiliados simboliza la ilusión de la tierra prometida. Su imagen, omnipresente en el confinamiento que muchos recién llegados sufrieron en la vecina Ellis Island, suponía una visión de la esperanza, o, a veces, de la derrota frente a la imposibilidad de alcanzarla.
Sin embargo, la diosa de la libertad, otra inmigrante más por su condición de regalo del Gobierno francés, no tuvo este significado cuando se instaló. La creación del escultor Frederic Auguste Bartholdi se produjo como respuesta al régimen opresor de Napoleón III. Su pretensión era conmemorar el compromiso democrático de los dos países. La única alusión a la inmigración en el acto de entrega de 1886 se refirió "a los ilustres descendientes de la nobleza francesa" que lucharon junto a los estadounidenses en su choque contra los británicos. La figura luce una tabla en la que está impresa la fecha de la independencia, 4 de julio de 1776.
Aquella jornada ni se citó el poema The new colossus de Emma Lazarus, del que surge el apelativo de madre de los exiliados. A esta mujer, cuarta generación americana de judíos sefarditas expulsados de España, se le debe el cambio semántico.
Gracias a ella la estatua reclamó: "Dadme vuestros cansados, vuestros pobres, vuestras acurrucadas masas anhelantes de libertad". Compuso esta pieza para la recolecta que artistas y escritores organizaron como única posibilidad para financiar el pedestal en el que descansaría la, por entonces, sólo diosa de inspiración romana. El poema se aclamó, aunque las autoridades lo olvidaron.
"Nunca fue construida para los inmigrantes", declara el historiador Barry Moreno a The New York Times. Sólo con el paso del tiempo, con las cartas que los inmigrantes enviaban a sus familiares, con el boca a boca, la gente supo de esa figura que daba la bienvenida al nuevo mundo. El olvido se reparó en 1903. Entonces se instaló una placa con el poema de Emma Lazarus. Nunca lo supo. Padecía la enfermedad de Hodgkin. Falleció en 1887, a los 38 años. Hoy la actriz Sigourney Weaver hará una lectura. Y el museo judío del bajo Manhattan ha inaugurado una exposición, Poeta del exilio, dedicada a su obra, en la que se exhibe el manuscrito del poema.
La escritora Fabiola Santiago sostiene que Lazarus lloraría. Lloraría no por emoción, sino "por la poca compasión" de Estados Unidos hacia los inmigrantes. lavanguardia.es
0 Comentarios