LAS INCREÍBLES ESCULTURAS DE ARENA DE GUY-OLIVIER DEVEAU


Castillo de arena es un concepto errático, ambiguo. Está en él la idea de fortaleza representada por el castillo, pero lleva consigo la caída inherente, la tierra que será destruida por el viento, el azote del mar o la estupidez del viandante.
Evoca la idea de críos mojados en barro. Una construcción que espera la marea alta. No aspira a la eternidad del arte. Casi nada…
Pero Guy-Olivier Deveau hace más que eso. Convierte la playa en un planeta lejano. Levanta figuras capaces de rendir culto a los dioses marinos de Lovecraft. Este escultor canadiense, nacido en Quebec, levantan tótems de arena, construcciones dignas de unos alienígenas que exigen ser adorados bajo pena de muerte: el paseante que se atreva a patearlas regresará a casa temiendo la maldición que le lancen desde el rincón más oscuro del cosmos, donde moran los devoradores de idiotas, fustigadores de los Anunnakis.

Trabaja la arena, la madera y el hielo. Ha ganado premios por medio mundo inspirado en el trabajo de los nigromantes del arte, como H.R. Giger (el padre estético de Alien). La arena toma en sus manos un aspecto ancestral y surreal que maravilla. La orilla puede convertirse en una pesadilla antropomorfa, en un gigante dramático, o solo en un guiño, un entretenimiento de críos que juegan a ser ese dios malévolo que deforma su creación original.
“Castillo de arena” puede ser un concepto bien extraño…

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