Más de 160 años huyendo de la tecnología es demasiado tiempo, incluso para el deporte más popular del mundo. Dos innovadores proyectos han aprovechado el escaparate del Mundial de Suráfrica para demostrar que la ciencia puede tener un hueco en el fútbol. En concreto, en su elemento fundamental: el balón. Un grupo de estudiantes de ingeniería de la Universidad de Harvard (Massachusetts, Estados Unidos) y el estudio de diseño mexicano Agent han ideado dos singulares prototipos de pelota que prometen revolucionar el deporte rey antes de que cumpla dos siglos de historia. Soccket permite generar y almacenar energía eléctrica durante los partidos, mientras que CTRUS ha sido diseñado para acabar con las jugadas polémicas gracias al sofisticado sistema de cámaras y sensores GPS que lleva en su interior. Dos ingenios de alta tecnología con los que, además, se puede marcar goles. Un deporte que tradicionalmente han practicado más los hombres, como es el fútbol, ha necesitado un toque femenino para convertirse en realmente útil y productivo, al menos desde el punto de vista de la energía. Jessica Lin, Jessica Matthews, Julia Silverman y Hemali Thakkar son los cerebros detrás de Soccket, el primer balón que funciona como fuente de electricidad portátil. Mientras que las pelotas tradicionales pierden la energía al caer o ser golpeadas, el prototipo ideado por estas cuatro estudiantes de Harvard consigue acumularla en su interior para que posteriormente pueda utilizarse para encender pequeños electrodomésticos. Con sólo 15 minutos de partido, el esférico es capaz de producir la energía necesaria para hacer funcionar una lámpara de LED durante tres horas o cargar un teléfono móvil. El secreto de Soccket se esconde bajo el cuero: un mecanismo de pequeños imanes dispuestos en espiral que funcionan de manera similar al de las linternas que se cargan al agitarse. "No importa lo fuerte que se golpee el balón, lo fundamental es que se mantenga en movimiento", asegura Jessica Matthews, quien recuerda que el primer prototipo del balón lo hicieron "cuatro chicas en un comedor con cinta eléctrica y hierro para soldar". Soccket nació como parte de un alocado proyecto de fin de carrera. Dos semanas antes de que terminasen las clases, las cuatro aspirantes a ingenieras se dieron cuenta de dos grandes realidades: la mayoría de los niños de los países del Tercer Mundo juega al fútbol y, en casi todos los casos, sus hogares carecen de energía eléctrica. "En algunos casos estudian en la calle, bajo una farola, mientras que otros llegan al colegio con la nariz negra después de pasarse la noche estudiando junto a una lámpara de queroseno", explica Jessica Lin. Con 15 minutos de partido se puede cargar un teléfono móvil Para sus creadoras, el novedoso balón constituye la manera perfecta de no desperdiciar energía que podría ayudar a acabar con un problema, la falta de suministro eléctrico, que afecta al 95% de la población africana y a un 25% de la población mundial, según los datos de Naciones Unidas. La inspiración nació de las bicicletas generadoras de electricidad, aunque querían "aportar una solución más eficiente y divertida", reconocen, por lo que se centraron en el lugar donde habían visto más energía en todo el continente africano, los campos de fútbol. "Es un deporte que está presente en todos y cada uno de los países. La gente juega durante horas todos los días, así que pensamos: ¿por qué no tratar de sacarle partido a toda esa energía?", recuerda Lin. La iniciativa ha sido todo un éxito. Soccket se ha presentado mundialmente durante la celebración de la Copa del Mundo de fútbol de Suráfrica y la compañía de Ciudad del Cabo Dot Dot Dot Ex Why Zed ya ultima el diseño final con el que llegará al mercado. La idea es que se comercialice bajo el modelo "compra uno, regala uno", o lo que es lo mismo: por cada balón que se venda en los países occidentales, se entregará otro de manera gratuita en las zonas donde más se necesite. Además de Soccket, otro balón está dando mucho que hablar durante el Mundial. CTRUS, diseñado por el estudio mexicano Agent, podría haber sido la solución a las polémicas que acompañaron a las eliminaciones mundialistas de Inglaterra y México a manos de Alemania y Argentina, respectivamente. Se trata de un esférico de lo más futurista, con una estructura reforzada elástica, que no necesita aire en su interior. Además, incluye un dispositivo con sensores GPS y de identificación por radiofrecuencia (RFID), que permite saber exactamente en qué lugar se encuentra y acabar con las dudas sobre si un balón ha traspasado o no la línea de gol. Pero la FIFA ya descartó en marzo la introducción de chips en las pelotas. La pelota CTRUS se comunica con un ordenador vía WiFi El arquitecto Michel Rojkind y el diseñador industrial Alberto Villarreal son los padres de esta creación que pondría fin a las polémicas generadas por la cuestionada capacidad visual de los árbitros. El CTRUS cambia de color cuando hay gol, fuera de juego o sale de los límites del terreno de juego. Además, se comunica con un ordenador a través de una señal WiFi, lo que posibilita la opción de recoger y retransmitir en tiempo real datos como la potencia del golpeo y la velocidad a la que viaja el balón, lo que podría añadir más interés a las retransmisiones. Además, sus creadores piensan instalarle una cámara con estabilización de imagen que permita observar el recorrido del balón y disfrutar de una visión antes inimaginable. Sin embargo, aún deberán esperar un tiempo a que evolucione la actual tecnología fotográfica. De momento es sólo un prototipo pero, si se convierte en realidad, seguro que conseguirá que se multipliquen los casi 2.000 millones de aficionados al fútbol en 208 países que vieron la final España-Holanda de ayer. PUBLICO.ES
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