Cientos de lesbianas han viajado este mes de septiembre al pueblo de Eressos, en la isla griega de Lesbos (Grecia), en el mar Egeo, para participar en un peculiar festival internacional único en Europa, reservado solo para mujeres.
En un país de costumbres y de moral más bien conservadora -en parte debido a la influencia de la Iglesia ortodoxa griega- esta fiesta de lesbianas, que este año celebra su décima edición, se ha ido poco a poco abriendo camino. Hoy reúne a cerca de un millar de participantes, frente al puñado de mujeres que asistieron a sus primeras ediciones.
En este evento, la mayoría de participantes proceden de los países del norte de Europa, como Alemania, el Reino Unido y los países escandinavos, mientras que las menos asiduas son las griegas y las italianas. El programa del festival incluye mini-cruceros, talleres de percusión y de respiración controlada, además de clases de danza griega. También se proyectan películas de temática homosexual.
«Estoy impresionada, nadie parece quejarse» en el pueblo, afirma algo sorprendida Lauren. «Supongo que el turismo es una industria muy poderosa», añade. Y debe de ser así porque cuando arrancó por primera vez el festival, se sentía la tensión en las calles de esta localidad, cuna de Sappho, poetisa del siglo VII a.C., figura de la homosexualidad femenina.
Cuando aparecieron los primeros carteles en las paredes de las calles dando cuenta del acontecimiento, el alcalde amenazó con llevar ante la justicia a las organizadoras. Pero ahora, una década después y en vista del éxito de visitantes, es el propio municipio el que cede espacios para exposiciones y permite que la fiesta de inauguración se celebre en la misma playa.
«Había un problema económico y las lesbianas lanzaron entonces el mensaje de que [el festival] podía generar dinero», señala Marianthi Lianou, una socióloga griega de 50 años que desde hace seis reside en Eressos. Lianou recuerda que el turismo lésbico empezó a consolidarse en el pueblo en la década de los 70 y que las autoridades locales, aunque lo intentaron, no lograron expulsarlo del casco urbano.
Las lesbianas representan el 60% de las personas que visitan Eressos, una cifra que aumenta hasta el 90% en el mes de septiembre por el festival, según la agencias de viajes Safo.
«Todo está lleno durante 15 días en septiembre. Para nosotros no es el final de la temporada vacacional», explica satisfecho Andreas, propietario de la cafetería Sappho y de una serie de habitaciones situadas a pie de playa que alquila a las visitantes. «Los vecinos ya están acostumbrados a esto, sobre todo los jóvenes», explica. «Los más viejos evidentemente no tanto y discuten entre ellos».
Los más reacios a la presencia anual de grupos de lesbianas en el pueblo son los turistas griegos que acuden al lugar en el mes de agosto, según asegura Lena, una ateniense que lleva 15 años viviendo en Eressos. Lena regenta un bar en la plaza principal, en la que hay una gran estatua de bronce de Sappho, una de las tres instaladas en la localidad los últimos años.
«Las familias atenienses se escandalizan cuando ven a las lesbianas, pero para la gente del pueblo ver a una pareja de mujeres cogidas de la mano o besándose no tiene nada de extraordinario, aunque obviamente hay un límite», dice Lena.
Pero fuera de Eressos, los homosexuales griegos no han logrado todavía conquistar algunos de los derechos de que disfrutan en algunos países europeos, como el reconocimiento legal a uniones entre personas del mismo sexo. Tampoco han conseguido evitar la discriminación en el trabajo, a pesar de una ley del 2005 que lo prohíbe. No fue hasta el 2005 que la comunidad homosexual griega pudo celebrar por primera vez por las calles de Atenas el Día del Orgullo Gay. ELPERIODICO,.COM
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