Ayer por tercera vez consecutiva el Reino Unido celebró 'El Día de los Inocentes del Clima'. La fiesta fue establecida en 2008 por los participantes de esta manifestación de protesta, cuando en la Cámara de los Comunes se debatía el Proyecto de Ley de Cambio Climático ('Climate Bill').
Este famoso acto tiene como objetivo introducir en el país una economía de bajo combustible fósil. Atribuye al secretario de Estado la responsabilidad de garantizar que la 'cuenta carbónica' neta del Reino Unido para los seis gases de efecto invernadero (vapor de agua–H2O, dióxido de carbono–CO2, metano–CH4, óxido de nitrógeno–NOx, ozono–O3 y clorofluorocarbonos, derivados de los hidrocarburos saturados) sea en total para el año 2050, como mínimo, el 80% más baja que en 1990.
Hoy en día el Reino Unido cuenta con un movimiento bastante representativo, cuyos miembros califican este 'Climate Bill' el Acto como la ley "más absurda" que el Parlamento se ha visto obligado a considerar durante toda su historia. Afirman que desde que se adoptó el documento, todo el mundo ha visto pruebas bastante evidentes de que los datos están manipulados, que se han violado los principios básicos de las investigaciones científicas, hay corrupción en las partes interesadas y que los ciclos climáticos están influidos por factores naturales.
Acusan a los políticos de promover leyes medioambientales con el fin de sacarles dinero a los contribuyentes y gastar en vano millones de dólares.
Uno de los activistas del movimiento, el reverendo Philip Foster, comenta que las transformaciones climatológicas son naturales y no dependen de las acciones humanas: "No creo que haya que dramatizar la situación. Y en cualquier caso, el dióxido de carbono no influye en el clima. (…) El clima está cambiando, es algo natural, pero no por las acciones humanas: el CO2 producido por el hombre es sólo un 4% de este cambio. Los cataclismos naturales existieron, existen y existirán. Pero culpar a los seres humanos no tiene ningún sentido".
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